Un recorrido a finales del siglo XIX
El Instituto de Estudios Altoaragoneses de Huesca, publicó
en 1991 el libro en el que Hèctor Moret i Coso reunía cuatro
artículos de Pere Pach i Vistuer, publicados en el Boletín del
Centro Excursionista de Cataluña, alrededor de los años 20. El título de dicho
libro es “Pere Pach i Vistuer: Articles Ribagorçans i altres escrits”. El primer artículo de la edición que comentamos se titula
“Excursió de l’Éssera a l’Isàvena a través del Turbó” y comienza con una
referencia a Campo, que nos permitimos traducir del catalán al castellano.
Pere Pach i Vistuer
nació en Roda de Isábena en 1862. Su padre también era de Roda y su madre de la
Puebla de Fantova. Al morir el padre, Pere se trasladó con su madre a
Barcelona, en el año 1874. Durante cincuenta y dos años ocupó el cargo de
conserje del Centro Excursionista de Cataluña, participando en las actividades
del Centro y colaborando con sus artículos en el Boletín del mismo.
“El macizo del Turbón separa las riberas del Esera y del
Isábena. Es ese lugar la parte más estrecha del antiguo condado de Ribagorza,
que queda delimitada por los ríos Esera y Noguera Ribagorzana, a una distancia
de unas siete horas el uno del otro, siendo el Isábena el río que discurre por
el medio de la comarca. Muy pocos son los mapas que describen los pueblos de estas
riberas y pocos también los excursionistas que las han explorado. El trayecto más corto para ir de la ribera del Esera a la
del Isábena es desde Campo a Villacarle, para lo que, pasando por el valle de
Lierp, hay que contar de cuatro a cinco horas.
De regreso de nuestra excursión por el Pallars, Arán y
Maladeta, el día 11 de agosto pasado, paramos en Campo, yendo a parar a la
nueva fonda de Antonio Canales, situada en la carretera, modesta y muy
recomendable.
Campo se encuentra a mitad de camino entre Graus y
Benasque. Es una villa de unos 800 habitantes, situada en un amplio llano con
extensos campos cultivados y a 732 metros sobre el nivel del mar, a la
izquierda del Esera y a la derecha del río Albo. Tiene al norte la típica
sierra de Cervín (1.696 m.), de amplios panoramas, aunque no se parece en nada,
según Gourdon, a su hermana mayor, la altiva cima de los Alpes suizos del mismo
nombre.
Las calles de Campo en general son estrechas, las casas
miserables. En la plaza mayor se levanta una hermosa cruz románica, aunque la
falta de cultura hace que la utilicen para sostener la iluminación eléctrica.
Su iglesia románica de campanario no muy alto, conserva muy
poco de su antigüedad. Según consta en un pergamino de la ex-catedral de Roda,
en el año 960 el obispo de aquella sede, Odesindo, hijo de Ramón y de su mujer
Garsenda, condes de Ribagorza, mandó edificar una iglesia en la villa de Campo,
que consagró en honor de la Virgen María, del arcangel San Miguel y de San
Vicente Mártir.
Más tarde, dicha iglesia fue donada al abad del monasterio
de San Victorián, que habitualmente elegía siempre como prior a uno de sus
monjes.
Con fecha 29 de mayo de 1094, el rey Sancho Ramirez nombró
rey de Sobrarbe y Ribagorza a su hijo Pedro y éste donó a Ramón Dalmau, obispo
de Roda, la iglesia de Santa María de Campo, entre otras. Hoy pertenece al
obispado de Barbastro.
En un documento fechado en Teruel el 1 de noviembre de
1297, firmado por el rey Jaime II de Aragón, se dice que, en agradecimiento a
la obediencia prestada por los ribagorzanos y por la fidelidad con que éstos le
servían, se concedía a los valles de Bardaxí y de Lierp el privilegio de
celebrar feria o mercado perpetuo, todos los miércoles, en la villa de Campo.
Actualmente, por falta de animales sólo se celebra una vez al año, en los días
18 al 24 del mes de octubre. De aquí el dicho “Campo, feria de fango”, por las
lluvias que en aquella época acostumbran a caer. Cuenta con varias industrias, especialmente la fabricación
de cucharas y otros objetos de madera.
Conserva en su término las ermitas de San Blascuto, que fue
monje del monasterio de San Victorián, la de San Antonio Abad y la de San
Sebastián.
El llano de Campo está rodeado de altas montañas de bonita
silueta, no teniendo más salida que por la ribera del Esera. Al sur queda
cerrado por la sierra de Murillo; al sudoeste por los Castellazos y Naspún; al
oeste por la Fueva, Peña Montañesa y sierra de Lavien; al noroeste, a 2.910 m.
de altura sobre el nivel del mar, formando barrera, el barranco de Collivert,
se destacan las esbeltas aristas del altivo Cotiella; al norte la sierra de
Cervín, de la que ya hemos hablado y al noreste se ve majestuoso el Turbón,
sostenido por la sierra de Ejea.
Todas estas sierras, como hemos comentado anteriormente,
han sido muy poco visitadas por los excursionistas, aunque tienen lugares
dignos de ser contemplados y poseen, por tanto, muchos atractivos.
Hace algunos años (1889) que, encontrándonos con nuestro
amigo Josep Llenas en el pueblo de Espés, hicimos la ascensión al Turbón, cuya
cima está situada al sur de dicho pueblo. Mirando desde Espés, se ve que
sobresale un vasto e imponente macizo, parecido a un tronco de roble roto,
formando una masa gris que constituye, por así decirlo, el horizonte de Aragón.
Dicen los aragoneses: “Turbón, centinela de Aragón” y con razón, pues sabido es
que cuando el Turbón está nevado se distingue perfectamente desde el Puente de
Piedra de Zaragoza, así como desde el portal de San Martín de Lérida.
Esta montaña es de muy fácil acceso, pero no por eso deja
de ofrecer un panorama soberbio aunque sólo alcance los 2.500 m. de altura. La
gente de los alrededores la señalan como observatorio magnífico, desde donde
puede extenderse la mirada sin estorbo alguno, tanto por encima de las sierras
secundarias que bajan y se escalonan hacia las llanuras, como hacia el dosel
que forman las altas montañas pirenáicas, cubiertas de nieves perpetuas.
Recordando aquella ascensión y encontrándonos tan cerca,
nos decidimos a escalar ese gran macizo y continuar nuestra excursión por la
ribera del Isábena.
Preguntamos cuál era el mejor camino a seguir para llegar a
la cima y nos aconsejaron que el mejor y menos cansado era el de Ejea, pues el
de Bardaxí es más fatigoso y en el que es más fácil perderse. Nos decidimos,
pues, por el primero.
Al día siguiente, de buena mañana, salimos de Campo pasando
por delante de la capilla de San Sebastián, por un camino de herradura medio
carretero, siguiendo la orilla derecha del río Albo, cuyas aguas proceden de la
valle de Lierp. A treinta minutos de Campo, se deja a la izquierda un camino
que conduce a los pueblos de Santa Maura y Biescas, y a los cinco minutos
siguientes otro muy escarpado que llevan a la cuadra de Ballarín, al pueblecito
de Aguascaldas y al valle de Bardaxí.
El camino que seguimos va planeando por la ribera del río,
entremedio de huertos y, a quince minutos, cruzamos por una palanca el barranco
de Ciallas, que al salir del estrecho valle se abre a través de la llanura
gozoso de recobrar su libertad, uniéndose al poco tiempo con el río Albo, que
deja sus aguas al Esera, debajo mismo de Campo.
En el valle de Bardaxí la vegetación forestal es más
frondosa y no lejos de la palanca crecen algunos robles y unos cuantos pinos;
un poco más lejos los árboles son más espesos hasta transformarse en bosques
sombríos, alzándose hasta el puerto de la Muria y San Andrés, en dirección de
San Feliu del valle de Castejón de Sos.
Continuando nuestro itinerario, el camino se remonta en
dirección nordeste y poco después al este siguiendo el río a cierta distancia
hasta que, más tarde, se vuelve a acercar a éste.
El camino sigue arduo y en algunos trozos es llano, entre
garrigas y bojes destacando al otro lado de la ribera la escarpada sierra de
Espluga, pueblecito que, situado a mitad de la cuesta, sobresale entre gruesos
nogales y verdes prados. A dos horas de Campo, el valle se va estrechando y en
algunos lugares el camino se abre a golpes de pico en la roca viva, o dibujado
por encima de los pedregales que caen rodando de la sierra de Ejea y de los
contrafuertes meridionales del Turbón. Entrando en el congosto de Ejea se
destaca sobre la escarpada la ermita de San Antonio que domina la hermosa
llanura de Campo, y el gran macizo del Cotiella. A la izquierda del camino y
sobre éste, a poca distancia, se observa una gran hoquedad que llaman la cueva
de las Cabañeras. Poco después, subitamente, nos encontramos con las primeras
casas de Ejea y se nos ofrece a la vista el hermoso valle de Lierp, una amplia
llanura, nacimiento del río que hemos seguido. Total, dos horas y media desde
Campo.
Ejea es un pueclecito muy pequeño, cabecera del municipio
del valle. Su iglesuela rural es de segunda y está dedicada a San Esteban
Protomártir. Pertenece al obispado de Lérida y está enclavada a 1.085 m. sobre
el nivel del mar. El valle de Lierp es la divisoria de aguas del Esera y el
Isábena.
Este valle encantador está formado por los pueblos de Ejea,
Espluga, Paderniu, Piniello, Serrat y Vilas de Turbón y cuenta con 225
habitantes.
Llegando a Ejea, lo primero que hicimos fue
buscar un hostal con el fin de descansar, yendo a parar a casa de Sebastián
Serena, persona muy simpática de quien ya teníamos muy buenas referencias.
Después de descansar un poco, salimos a dar una vuelta por
los alrededores de la iglesia y, por unos caminos pedregosos, subimos hasta la
capilla de San Antonio, para ver mejor la llanura de Campo que habíamos dejado.
Visitamos también el pueblecito del Serrat, que dista unos quince minutos.
Habiendo anunciado nuestro
propósito de subir al Turbón, fueron muchas las personas del pueblo se
mostraron deseosas de acompañarnos y así formamos un buen grupo, compuesto por
el rector mosén Arcadi Alemany, el señor Serena y su hija Pilar, el señor Ariño
y su simpática hermana Consuelo, mi hijo y el que suscribe y, a las cuatro y
media, saliámos de Exea en dirección noreste por el camino de las Vilas que
pasa por el Serrat, atravesando algunos campos. Más tarde, se nos agregó el
señor Garanto, uno de los principales propietarios de este valle”.
(Fotos gentileza de Angel Huguet Ascaso, José Luis Pallaruelo y José María Ariño Castel)
Que fotos más bonitas. Si Dios quiere, este año el 7 de Julio (San Fermín) estaremos por unas horitas en Campo toda la familia de Clara. Se me hará muy corto pero menos es nada.
ResponderEliminarMuchos saludos y abrazos desde Pamplona.
Inma, me alegra tener noticias tuyas. Las fotos es verdad que son bonitas, y eso es mérito de los autores estupendos y generosos que colaboran con nosotros.Por cierto, si vas de excursión por Campo y haces alguna foto por allí, a ver si te animas y nos la mandas para poder publicarla en el blog. Un abrazo,
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