Los ejes de sus carretas
Campo, situado en una encrucijada de caminos, disfruta de una posición estratégica que le comunica con diferentes valles y ello le ha facilitado, a lo largo de su historia, el poder dirigir un activo comercio con los lugares de su entorno. Antes de que se utilizaran los vehículos de motor a combustión, varias personas residentes en Campo se dedicaban a traer con carros y tartanas la mercancía que la demanda local precisaba y también abastecían a los pueblos de alrededor. Los encargados de hacer ese transporte eran los carreteros. Ofrecemos la información que Antonio Castel recoge en su libro sobre Campo.
"Uno de los artículos que más transportaban los carrreteros de Campo era, desde luego, el vino. Lo iban a buscar hasta Cariñena, donde se encontraban vinos de alto grado y buena calidad que eran muy buenos para encubar, además de utilizarlo para consumo estacional. También se traía vino de Bespén, en la provincia de Huesca. Otro vino apreciado era el que se traía de Salas en el Somontano, y de Secastilla traían la Garnacha. El Macabeo procedía del Pueyo de Barbastro, que entonces era monasterio benedictino.
Para ir a buscar el vino salían de Campo los carreteros por parejas, pues el viaje era largo y podían necesitarse unos a otros. En el camino se les solían juntar otros carros y así llegaban a formar verdaderas caravanas, donde no faltaban los perros. Tiraban de cada carro tres o cuatro machos. Uno era el macho de "varas" que era el más experimentado y que conocía bien el camino, era el guía. Se le daba ese nombre porque estaba en medio de las dos varas. Los otros dos machos iban delante enganchados en cadena. Llevaban en el lateral derecho un farol de hojalata con cristal por delante y dentro una vela, por si tenían que andar de noche.
Una vez cargado el vino en su lugar de destino, se emprendía el viaje de vuelta, que era más lento y peligroso, porque los carros iban cargados hasta los topes. Finalmente, llegaban al valle de Campo y paraban en la Palanca del Rialgo, donde tenían que pagar el impuesto obligatorio por uso de paso, es decir, el impuesto de peaje. El cobro de peaje salía siempre a pública subasta, quedándoselo el mejor postor, que sería el encargado de cobrar a todo el que pasaba por allí. El pagaba al Ayuntamiento la cantidad establecida y se quedaba con el resto de lo que recaudaba. Una vez satisfecho el peaje, los carreteros ya podían hacer la entrada en el pueblo, donde eran recibidos con gran bullicio.
A Barbastro y Graus iban a buscar plantas y simientes para los huertos, manojos de cebollino, tomates, remolacha, escarolas, verduras, sacos de sal para la matanza de los cerdos (para salar jamones y las ensundias). También se subían de allí boticos o barriles de aceite, de los olivos del Somontano, que era muy bueno. En Graus cargaban cubos de sardinas y abadejo salado, que se vendía muy bien en Campo; sacos de abono, pulpa, cajas de naranjas y mandarinas, velas...
Los carreteros no se limitaban a llevar una carga, hacían para sus paisanos todo tipo de gestiones y favores: comprar determinadas cosas, llevar paquetes y bultos de particular a particular, etc.".
Antonio Castel Ballarín en su escrito sobre los carreteros menciona al señor Baltasar del Torrau, al señor José de Sermo, al señor Manuel del Pequeño, al señor Antonio Ballarín.
En el censo electoral de 1910 encontramos mencionados los siguientes carreteros: José Ballarín Costa, 43 años, vive en la calle del Medio, nº 1.; José Ballarín Castán, 25 años, Plaza nº 12; Ramón Pallaruelo Galindo, 48 años, calle San Antonio, nº 3; Ramón Pallaruelo Ballarín, 23 años, vive en calle San Antonio, nº 3.
Más información sobre el tema: "Conductor de carruajes: El Andresón", colaboración de Eugenio y José Antonio López.
(Fotos gentileza de: Hermanos López y Lorenzo Miró)
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