Detalles que dan la vida
Cuando no había valla... |
Un día, pronto por la mañana, se empezaron a oir golpes, voces y mucho jaleo de gente delante de casa. Mi madre nos llamó para preguntar qué pasaba y, cumpliendo "órdenes", le dijimos que no sabíamos qué era, que estaban trabajando todos los hombres de la carpintería y de la serrería delante de casa. A mediodía, aprovechando la pausa de la comida y de que reinaba la tranquilidad, mi padre le dijo a mamá:
- Victoria, quiero que te levantes y llegues hasta el balcón, vas a ver una cosa que te gustará.
- Hasta el balcón no podré llegar, Daniel. Dime ¿qué pasa?
Y llegaron hasta el balcón y mi madre miró al exterior y se puso a llorar de felicidad: la valla que llevaba tanto tiempo pidiendo para la terracita que había delante de casa, estaba allí, ¡al fin! Pidió una silla y se sentó para disfrutar de lo que veía y no paraba de decir: "¡Que bonita! ¡que bonita ha quedado!" y ya no se quiso acostar. Y cuando después de comer reprendieron el trabajo los hombres que la estaban haciendo, le levantaban la mano para saludarla y le decían "Victoria ¡que tendrás que poner unas macetas por aquí! ¡no querrás tener esto sin flores!"
Y mi madre, que siempre tenía una respuesta para todo, contestaba "Vosotros acabar vuestro trabajo pronto y no os preocupéis de las flores, que de eso me ocupo yo". Y miraba a mi padre con veneración.
Y aquél verano, aunque no me acuerde bien de qué año era, se que también fuimos felices.
Y mi madre, que siempre tenía una respuesta para todo, contestaba "Vosotros acabar vuestro trabajo pronto y no os preocupéis de las flores, que de eso me ocupo yo". Y miraba a mi padre con veneración.
Y aquél verano, aunque no me acuerde bien de qué año era, se que también fuimos felices.
que hombre más elegante, Fuster
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