sábado, 10 de mayo de 2014

Aparatos de peluquería

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Anda y que te ondulen con la permanén
y pa suavizarte que te den col-crém...



Este aparato que vemos en la foto es el que utilizaba  la señora Eduvigis Castel en Campo, para hacer la permanente a sus clientas. Según nos cuenta su hija Magda Blanch, cuando se utilizaba este artefacto había que poner una solución de permanente que si tocaba la piel la quemaba. Y la ropa, por supuesto, también.
Esto nos hace pensar en lo que habíamos leído sobre el alemán  Karl Nessler, a quien se considera el inventor de la permanente. Parece ser que en 1905 ideó un prototipo que probaba ante el público en algunos salones de París, patentando el invento en el año 1906.  Durante estas demostraciones, en dos ocasiones le quemó toda la cabellera a la misma chica que se prestaba al experimento, incluso una de esas veces también le chamuscó una parte del cuero cabelludo. Quizás fuera por eso que acabó casándose con ella, quién sabe si lo hizo porque le daba pena todo lo que la había hecho sufrir o porque admiraba su valor. 
En 1924 el checoslovaco Joseph Mayer creó un aparato diferente,  en el que se enrollaba el pelo del mismo modo que se hace actualmente, lo que permitía trabajar sobre cabellos más cortos. A partir de entonces los avances técnicos se aceleraron y hoy día ya podemos hacernos la permanente en poco tiempo y con seguridad.
En España fue muy importante la labor desarrollada por José Colomer Ametller en el campo de la peluquería. Estuvo trabajando y estudiando el oficio en París desde 1923 a 1933, que fue cuando regresó a su país. Entonces comenzó con la distribución de la importante marca francesa Henry, especializada en el sector. A finales de 1945, después de la 2ª Guerra Mundial, dado el periodo de autarquia que se vivía en la Península y las dificultades con las relaciones comerciales con otros países, José Colomer decidió crear y desarrollar su propia marca de productos de peluquería, así como academias de peluquería para formación del personal, y que fue donde consiguieron sus títulos casi todas  las primeras profesionales de Campo.


(El aparato es propiedad de Magda Blanch, que amablemente nos ha autorizado a hacer las fotos y a publicarlas) 


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