domingo, 26 de agosto de 2012

El huerto del abuelo


Y los cuidados de Mircea

Ayer, 25 de Agosto, apareció en el "Diario del AltoAragón" una noticia que nos ha llenado de orgullo aunque, desde luego, no sea mérito nuestro.
Informa el periódico que en el huerto cultivado por Mircea-Florin Bar y su familia, vecinos de Campo de origen rumano, que regentan el restaurante "El Rebós", se están recogiendo algunos frutos de tamaño extraordinario. Concretamente, se muestran seis cebollas de dos kilos y medio cada una de ellas y 3 tomates gigantes, de kilo y medio. Cuenta Mircea, que la clave es "una tierra buena, del huerto de Dorita, recuperada después de años de abandono. Las semillas de cebolla son de Fuente de Ebro y las de tomate proceden de Graus. El cultivo ecológico, muchos cuidados y limpieza diaria hacen el resto".
Nos alegramos mucho de que ahora se puedan recoger esos frutos tan espectaculares del huerto de yayo Juan, que ahora es de Dorita. Seguramente, además de los años de reposo de la tierra, se beneficia Mircea del cariño y dedicación que mi abuelo, como él hace ahora, dedicó a cada palmo de la tierra que allí tenía. En una superficie relativamente pequeña, recolectaba todo tipo de hortalizas. Hasta flores había allí, pues, a pesar de que decía (para hacerse el rebelde, él que no lo era, o para hacernos reir) que no le gustaban las flores porque no se podían comer, resulta que tenía unos macizos preciosos de dalias (¡yo las recuerdo también de tamaño gigante!).  Para aprovechar todo el espacio cultivable, tenía encaramaradas por la pared de piedra que separaba su parcela de tierra de la de  su vecino, calabaceras que  proveían de unas estupendas calabazas a muchos vecinos del pueblo, a la hora de hacer los pastillos de cabello de ángel en Navidad. Y por si todo eso fuera poco, allí estaba el "rascacielos" que le llamábamos nosotros, una caseta de huerto de tres pisos a la que no le faltaba de nada, ni siquiera un espejo colgado en la planta baja, para poder componer un poco la figura después de haber estado trabajando en el huerto. En la parte de arriba había un palomar, con unas palomas que el abuelo conocía como si fueran sus propios nietos y, por la fachada de este peculiar edificio, se aferraba una gran parra que daba unas uvas más bien ácidas, pero que nos resultaban muy apetecibles a falta de otra cosa. Por cierto, que un año alguien le dijo a yayo Juan, que el remedio para que los insectos y los pájaros no acabaran con las uvas era envolver cada racimo en una bolsa (ahora no me acuerdo si de plástico o de papel...). Resumiendo, que después de dejar todas la paredes de su rascacielos decoradas como un árbol de Navidad, con bolsas de todos los colores, resulta que las uvas se le pudrieron en el interior de sus protecciones ¡había que perfeccionar el sistema! 



(Fuente: "Diario del Altoaragón". Fotos: Caseta del huerto de Dorita Brunet, gentileza de Beatríz Martín Gracia. Foto de Juan Brunet, arch. familiar, M. J. Fuster).

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