miércoles, 9 de diciembre de 2020

Los sastres


Coser y viajar


La llegada a Campo de mucha mano de obra, que venía para trabajar en los diversos proyectos que se llevaron a cabo en la zona a lo largo de varios años, como fue la construcción de la carretera, la central eléctrica, el canal de Avellana, etc. sirvió de reclamo para la instalación de comercios, bares, casas de comidas, alquiler de habitaciones, etc. así como de personas dedicadas a diversos oficios. 

Una de las personas que tuvo la iniciativa de instalarse en nuestro pueblo fue Joaquín Barrabés Castel, un sastre de Espés. Llegó en 1905, abrió la sastrería y consiguió hacerse con un buen número de clientes, no sólo de Campo, sino de toda la comarca.

Antonio Castel Ballarín, nuestro paisano y gran estudioso de historia local, nos ofrece más información sobre el fundador de la Sastrería Castel.

Parece ser que no se limitaba a confeccionar las prendas que le pedían, sino que después, a lomos de una caballería, las repartía por todos los pueblos y aldeas. Para hacernos una idea de la dificultad de esas entregas, pensemos que uno de los recorridos que hacía era, saliendo de Campo, pasar por Viú, y luego tomar una senda, que no un camino, que serpenteaba por las montañas hasta llegar a Bielsa, Laspuña o Lafortunada.

Antonio Ballarín Galindo fue el yerno del Sr. Joaquín Castel. A los 15 años ya entró a trabajar de aprendiz, como muchos chicos del pueblo. Habitualmente había uno o dos jóvenes aprendiendo el oficio, pero alguno se tenía que quedar sin poder hacerlo, pues el Sr. Joaquín no podía tener a tantos aprendices como lo pretendían. También acudían al taller chicas, que venían a aprender el oficio de pantaloneras. Recordemos que los aprendices el primer año no cobraban nada. En el segundo, tenían derecho a la comida. Y en el tercero, ya percibían algo de paga.

Antonio Ballarín no solo atendió la demanda local, confeccionando pantalones, trajes y chaquetas, para niños y adultos, sino que también atendía los pedidos de la Benemérita. El trabajo que hizo para la Guardia Civil lo recuerda con especial orgullo porque confeccionaba los uniformes de gala, que califica de verdaderas joyas. Para ello contaba con la colaboración de unas bordadoras de Zaragoza.

Como dato informativo, Antonio ofrece algunos de los precios de la época. Por ejemplo, en 1929, un traje de estambre costaba 90 pesetas. Un pantalón de niño pequeño, 7 pesetas. Un pantalón de pana, 17 ó 18 pesetas, si era de persona mayor. Un traje de lana para la primera comunión, 28 pesetas. 

Otros sastres: El Sr. Manuel Mascaray Salinas, a principios del siglo XX, instaló un taller de sastre en la planta baja de casa Mascaray, donde después se ubicó el bar. Pasado un tiempo lo dejó, para dedicarse a la fabricación de gaseosas, hielo, gestionar el bar, el salón de baile...

Fue allí donde antes de la guerra empezó a conocer el oficio José Ballarín Mur, al que le pilló el  conflicto armado cuando apenas tenía 14 años. Y después, cuando acabó, tuvo que hacer la mili. Gracias a lo que  había aprendido, pudo seguir trabajando como sastre mientras estuvo haciendo el servicio militar.

Una vez terminadas sus obligaciones con la Patria, se fue a trabajar a Tarrasa y Barcelona, donde estuvo unos años y, finalmente decidió volver a Campo. Era en 1947 cuando abrió su propio establecimiento, donde trabajaba con su esposa Asunción Ballarín Mur. Cerró la tienda en 1983, cuando se jubiló. A lo largo de los años, varias personas, especialmente chicas que aprendían de pantaloneras, trabajaron en su sastrería. Tenía el local en la calle de la Iglesia, en la conocida casa Güel.  

También José Ballarín servía sus pedidos a domicilio, pero él atendía a la clientela con bicicleta. Con ella llegaba hasta Mediano, donde se estaba construyendo el pantano y había mucha demanda. Allí atendía a sus clientes en un conocido bar: un domingo tomaba las medidas, al  siguiente se hacían las pruebas y el domingo después ya entregaba las prendas confeccionadas. ¡Trabajaba rápido! 

Y para terminar, queremos mencionar también a Enrique Subías, que también aprendió el oficio con el señor Joaquín Barrabés Castell. Después, trabajó y siguió aprendiendo en Barcelona, con unos familiares de su madre. De vuelto a Campo, donde instaló su sastrería, se casó con Asunción, una joven de Torrelaribera, que había aprendido a coser con su madre modista, que se había sacado el título de Corte y que resultó ser una gran ayuda en el taller de su marido. Por allí pasaron muchos aprendices, chicos y chicas (como Pepe Morancho, que se instaló después en Barbastro, etc.).  

El oficio de sastre permitió a muchos jóvenes de Campo ganarse bien la vida en las ciudades a las que emigraron, aparte de los que optaron por quedarse en el pueblo. 

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