miércoles, 8 de marzo de 2017

Una historieta de Carnaval


Estrategia



La verdad es que no sé muy bien cómo se celebran los Carnavales actualmente en Campo, lo que sí recuerdo es cómo se vivían estas fiestas hace unos cuantos años (mejor no digo cuántos...). 
Entre lo que no podía faltar esos días, incluidos los crespillos, la longaniza, bromas, etc. era lo de "mascararse", que era el plato fuerte de la fiesta. ¿Y que era eso? pues ensuciarse la cara los unos a los otros con hollín de las cocinas o con azulete, del que se usaba para blanquear la colada. Los del sexo fuerte "atacaban" a los del débil y viceversa. Para que saliera bien la cosa, lo bueno era pillar desprevenido a alguien, y eso formaba parte del jolgorio. Entre la gente del pueblo todo pasaba amistosamente, pero visto desde "fuera" este juego belicoso no siempre se interpretaba bien, pero vamos, no llegó la sangre al río...
El último año que estuve en Campo para Carnaval, Enrique, "nuestro" Enrique de la pandilla de toda la vida, me persiguió un par de veces por la calle con las manos en alto manchadas de un azul rabioso, pero yo me escabullí. La segunda vez que conseguí poner tierra por mediio, para mayor seguridad, me refugié en el segundo piso de  casa (casa Molinero) donde había un cerrojo en la puerta de la escalera y era imposible llegar allí ni por las ventanas, ni por el balcón ni por ninguna parte. Mi madre me gritó a través de la puerta que tenía que salir a comprar, y yo, que no me fiaba ni de ella (podía estar confabulada con el atacante) le dije que yo me quedaba allí arriba para estar tranquila. Pero eso no estaba en los planes de Enrique, y se le ocurrió un plan.
Fue a casa de Mazana, vecinos nuestros de los que estábamos separados por la era de Aventín,  y en aquella época de "no móviles", les pidió si podía hacer una llamada de teléfono. Le dijeron que sí y llamó. El sabía perfectamente que el teléfono de casa estaba colocado estratégicamente en una esquina del pasillo del primer piso (antiguamente los teléfonos se instalaban en un lugar de "paso", normalmente el sitio más inhóspito de la casa, donde uno no podía tener conversaciones privadas ni siquiera sentarse en alguna parte mientras hablaba....). Aquel pesado aparato de baquelita negra empezó a sonar.
Al principio, decidí no contestar para no tener que salir de mi zona de seguridad, pero ante la insistencia, pensé que a lo mejor era algo importante y que mis padres me reñirían si no atendía la llamada, así es que abrí sigilosamente la puerta, miré  por el hueco de la escalera, bajé al piso de abajo y en cuanto alcancé el teléfono y dije el primer "diga", ya tenía toda la cara más azul que un pitufo. ¡Enrique había jugado bien su baza! ¡Me había pillado! Aunque hay que decir que el éxito de su estrategia no se debió solo a su insistencia, al haberme estado vigilando con unos prismáticos, etc. la verdad es que tuvo un cómplice cualificado ¡mi madre le había dado el soplo de dónde me escondía y le había facilitado la operación...! y es que ya me temía yo que estarían confabulados...

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