Un día para estar ALERTA

Por ejemplo, el más conocido en todas pares, aunque resulta muy difícil de llevarlo a la práctica con destreza y disimulo, era colgarle a alguien un monigote en la espalda sin que se enterara. Más que monigotes, eran una simples tiras ya fuera de papel o de tela. Nada daba más risa que ver a una persona seria y bien puesta, pasear con el colgante al dorso.
Pero, aparte de las bromas más conocidas, hay que reconocer que había bastante inventiva entre los vecinos. Se iba a una casa para avisar que se les habían escapado las gallinas, y que estaban corriendo por la calle; otros daban la noticia de que con el coche de línea había llegado algún personaje importante, etc.
Y áunque se hubiera conseguido sobrevivir toda la jornada sin mayores sobresaltos, no había que relajarse, y se debía permanecer bien atento hasta el final, porque mentes retorcidas igual habían tramado coserte las mangas del pijama o el camisón, hacerte la cama de petaca (no podías meterte) o echarte sal entre las sábanas.
Víctima o verdugo, al final te dormías sonriendo, tramando la inocentada que el próximo año les ibas a gastar a familiares y vecinos.
Pero, aparte de las bromas más conocidas, hay que reconocer que había bastante inventiva entre los vecinos. Se iba a una casa para avisar que se les habían escapado las gallinas, y que estaban corriendo por la calle; otros daban la noticia de que con el coche de línea había llegado algún personaje importante, etc.

Víctima o verdugo, al final te dormías sonriendo, tramando la inocentada que el próximo año les ibas a gastar a familiares y vecinos.