miércoles, 9 de septiembre de 2009

Una casita... para soñar

MI CASA

Mi hermano Rober me preguntó un día: "¿No dices que quieres una casa?" y yo le dije: "SÍIIIII!". "Pues te voy a regalar una", me contestó. Y dicho y hecho, me dio una casa.



Estaba construida con guijarros del río y trocitos de madera. Como era para mi, puso mis iniciales encima de la puerta principal. Es una casa que no sirve para vivir allí dentro, es para soñar. Pero como soñar es otra forma de vivir, pues eso, sirve también para vivir.


Estas casas se las inventaba él, no seguía ningún modelo, les daba forma a medida que le apetecía: que si un balcón aquí, una ventanuca allá detrás, un pajar arriba... La materia prima eran las piedras del río, las cortaba una y otra vez, hasta conseguir formar un sillarejo perfecto. También les daba forma de losas de pizarra, para los tejados.




Con la madera hacía los marcos de las puertas y ventanas, ventanos, postigos, aleros de los tejados y hasta algunos adornos: un banco, unos maceteros, un tonel.. y las enredaderas que alegran las paredes.

Junto a las casas, no faltan algunos utensilios de trabajo, una escalera, una forca, hasta ropa tendida en la ventana, como si de verdad en las casas hubiera Vida.


Y la hay... (aquella Vida que perdura).

(Fotos de Nuri Reyes y Roberto Fuster Reyes)


2 comentarios:

  1. ¡Una historia emocionante!

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  2. Gracias, Asun. Emocionante no sé, pero te puedo asegurar que la historia es bien verídica. ¿Te han gustado las casitas? ¿A que son preciosas? Un abrazo.

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