viernes, 25 de septiembre de 2009

Bellotas



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En su libro "Estampas y relatos de la vida de Campo", Antonio Castel nos cuenta cómo se efectuaba la recogida de las bellotas en Campo. Queremos señalar que cuando menciona las "encinas de Avellaneda" se refiere a las bellotas de las encinas del monte Avellana.

"La recogida de ambos frutos se realizaba en otoño, a primeros de octubre comunicaban en el pueblo, mediante pregón, que se podía ira buscar bellotas al "Caixigá".
Al día siguiente, pronto por la mañana, se formaba un cordón de gente del pueblo, había casas que iban todos preparados con cestos y sacos. Cruzaban la palanca, entonces de tablas de madera y unos por el camino del río, por "mal pas" (por ser muy estrecho y estar junto al agua del río), se dirigían hacia la zona denominada "las Pradinas", otros subían por el tozal de "las Parcións" y entraban por esta zona al "Caixigá".
El trabajo consistía en ir recogiendo bellota a bellota del suelo con la mano e irlas depositando en una cesta, que cuando se llenaba se procedía a vaciar en un saco, así todo el día. El trabajo no era duro, pero sí resultaba pesado. A la hora de comer cesaba la recogida, entonces con lo que se había traído de casa se procedía a la comida, en corros, para después de realizada ésta, volver a empezar la recogida.

Normalmente se llevaba ya algún burro, pero si no, se dejaban los sacos amontonados y durante los días siguientes se bajaban al pueblo con algún animal de carga.
La bellota era un buen complemento para la alimentación del cerdo. Unos meses antes de la matanza, se procedía con esta alimentación a su engorde, que tenía lugar en el mes de diciembre o primeros de enero.

El ambiente en el monte entre los cajigos resultaba agradable, puesto que se oía hablar a los vecinos de tarea, silbar y hasta en ocasiones cantar.

No faltaban la distracción de alguna ardilla que asustada por el murmullo saltaba de rama en rama y de árbol en árbol.
Un vez que más o menos se habían agotado las bellotas, se podía pastorear el ganado, que rebuscaba y acababa con alguna que se había quedado oculta entre zarzas o bajo alguna hierba.
El trabajo en el monte de "Avellana" era más pesado, primero porque había que ir andando hasta allí que hay buen trayecto desde el pueblo y, en segundo lugar, por lo escarpado y pendiente que era el monte. Las encinas de este monte eran dulces y mejor que las bellotas por lo que resultaba un buen complemento para la alimentación del engorde el cerdo.
También aquí había que dejar los sacos en el monte y un día a la semana subir a buscarlos con el burro.
Había que salir casi de noche para estar en el monte a primeras horas del día y salir de regreso a últimas horas del día, por lo que siempre se llegaba a casa por la noche.


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