viernes, 4 de septiembre de 2009

La despensa (1)



(1): Conserva de tomate y una aventura doméstica



(Tomateras del huerto del "Hotel Cotiella")

Hace unos años, apenas acabadas las fiestas de agosto se daba por terminado el verano y se empezaba a preparar la casa para los meses del invierno. Entonces, se recogían los frutos de los huertos y de los árboles para aprovisionar la despensa, aunque algunos de ellos necesitaban preparación previa para poder conservarse.

Por cierto, que el lugar donde su guardaban estas provisiones no siempre recibía el nombre de "despensa". La denominación que se le daba variaba bastante, dependiendo no sólo del tipo de estancia, sino, incluso de la costumbre y uso de cada casa. Se solía llamar "bodega" a un cuartet obscuro y más bien húmedo (solían estar en la planta baja o semisótano) que, además de servir para guardar algún tonel de vino, era el sitio donde se almacenaban las patatas, el aceite, el vinagre, etc. Se utilizaba el nombre de reposte o "granero" para denominar una estancia, casi siempre orientada al norte y bien aireada, que solía estar en la planta alta junto a las habitaciones y era allí donde se depositaban los frutos atados en racimos y colgados del techo (uvas, peras, manzanas), la insundia, las longanizas, el jabón, los botes de conserva, las nueces, las olivas, los ajos, en fin, todas las reservas de la casa.



Sea cual fuera el lugar y denominación utilizados como despensa, una de las provisiones que no podía faltar en ningún hogar era el tomate embotellado, ya que era imprescindible en todos los sofritos y en muchos guisos. Aprovechando el momento de mayor abundancia de ellos, a finales de agosto o en septiembre, se procedía a preparar la conserva, hirviéndolos (entonces se utilizaba un conservante llamado "tomatol", que actualmente está prohibido) y pasando después la pulpa obtenida a las botellas y botes de cristal esterilizados.

Aunque la tarea de hacer tomate en conserva era frecuente, no dejaba de tener sus riesgos. Un día que mi madre estaba transvasando el tomate desde la cacerola donde lo había cocido, hasta la botella donde iba a guardarlo (con la ayuda de un embudo y una espátula de madera), se le ocurrió servirse del dedo para introducir un trocito de tomate que no quería pasar por el embudo pero, lo hizo con tanto ímpetu que metió todo el dedo dentro de la botella y después no lo podía sacar... Al principio nos lo tomamos a risa, pero cuando ella ya llevaba un rato paseándose por casa con la botella de tomate colgada de la mano, embudo incluído, empezó a cundir el pánico en la familia.

Se barajaron y probaron varias opciones para intentar solucionar el problema, desde las más inócuas, como hacerle poner a remojo la mano, la botella y el embudo en agua con sal o con vinagre, hasta otras "soluciones" más drásticas como la de pedirle a mi pobre madre que pegara un buen porrazo sobre cualquier cosa con la mano "embotellada", para ver si acabábamos de una vez con aquella situación que parecía sin salida (de dedo)...
Finalmente, en un momento de distracción general y cuando menos lo pensábamos, salió el dedo del interior de la botella.

Salvo esta ocasión, lo normal era que el proceso de la preparación de la conserva del tomate se desarrollara con tranquilidad. Una vez puesta la cantidad conveniente de tomate en cada botella, se cubría el preparado con un chorrito de aceite de oliva y después se cerraban las botellas o tarros con un tapón de corcho nuevo. Algunas botella se preparaban con el tomate mezclado al que se le añadían unos trocitos de pimiento verde, que daba muy buen gusto a las salsas.
Así se conseguía guardar en la despensa un buen número de botellas (de forma y tamaño de lo más dispar, pues entonces no se compraba nada y se aprovechaba lo que se encontraba a mano: botellas de anís, de vermut, tarros de cristal de diferentes marcas, etc.) todas ellas dispuestas a dar un poco de color y sabor a la sobria gastronomía casera. Alguna vez explotaba una botella con el tomate envasado y lo ponía todo perdido, pero, ya se sabe, riesgos hay en todas partes...



2 comentarios:

  1. Cómo añoro las meriendas que me daba mi abuelita!

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  2. Hola a todos: acabo de ver que este blog ya tiene 20 seguidores. Considerando que no he conseguido convencer a nadie de la familia (mi marido se inscribió voluntariamente...)de que se registre, pues, la verdad, nunca me hubiera podido imaginar que fuérais tantos los que os animárais a apuntaros. Me parece un sueño. ¡Gracias por vuestra compañía!

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