Coser y ...
Es verdad que en Campo las mujeres no tenían muchas posibilidades de aprender un oficio y dedicarse profesionalmente a ello. Las mujeres trabajaban mucho, en las tareas domésticas y ayudando en la economía familiar todo lo que podían, pero ejercer una profesión u oficio que les permitiera ganarse la vida, eso ya era más dificil. No obstante, durante el siglo XX varias paisanas nuestras tuvieron la iniciativa de instalar en su casa un taller de costura donde enseñaban a coser a las jóvenes que querían aprender, y eso les permitía mejorar sus economías.
Todas estas vecinas nuestras, que trabajaban para su propia clientela, admitían en su casa a chicas aprendizas que acudían a Campo desde todos los pueblos del contorno, desde Seira, Abi, Barbaruens hasta Arasanz, Urmella, Liri, Castejón de Sos, del Valle de Lierp y de la Fueva. Lo normal, era que estas jóvenes estuvieran trabajando desde el día de la feria de Campo, hasta el día de San José, es decir desde el 20 de octubre al 19 de marzo. Habitualmente permanecían un par de temporadas, aunque podían estar más o menos. Había talleres que tenían cada año 10 ó 12 aprendizas. La mayoría de ellas encontraban alojamiento en casas de amigos y familiares, que solían recibir alguna ayuda a cambio del hospedaje. En el caso de no tener parientes ni amigos, se quedaban en casa de la modista, donde se hacían ellas mismas la comida. Era frecuente ver en el fogaril de la cocina de la modista, junto al puchero de la casa, seis o siete pucheros más de las chicas que trabajaban allí. En los últimos años, cuando ya hubo buenas comunicaciones entre los pueblos, las chicas regresaban a sus casas por la noche.
La edad que tenían estas jóvenes era de entre 15 a 20 años, y alguna de ellas aprendía con el objetivo de dedicarse a coser profesionalmente, pero otras lo hacían simplemente por la necesidad que había entonces de saber hacerlo, pues, recordemos que se hacían a mano hasta las camisas y ropa interior de los hombres, aparte de toda la ropa de niños y de mujeres. Las aprendizas no pagaban nada a la maestra, pero a cambio de aprender le ayudaban con la costura. También solían aportar a la maestra lo que buenamente podían, como algo de trigo para las gallinas, huevos, leña, carne, longanizas y muchos "orillons" (orellons, orejones en castellano).
Las jóvenes se sentaban en sus sillas formando un corro y en el centro se ponía el montón de ropa que tenían que coser. Trabajaban mañana y tarde y, como eran los meses de invierno, instalaban también un brasero o una estufa de leña. Nunca faltaba tema de conversación en el grupo y, a veces, la modista tenía que imponer un poco de silencio.
Allí las aprendizas empezaban con las tareas más elementales, como sobrehilar, pasar solapas, etc. y según su capacidad pasaban a hacer trabajos más importantes. Las telas con las que trabajaban normalmente eran batistas, organdís o lanas, aunque en los últimos tiempos se utilizaba mucho el algodón y también fibras sintéticas. Con esos tejidos se hacían pantalones para niños, vestidos, blusas, abrigos y todo tipo de prendas para niñas y señoras. Durante muchos años hacer un vestido costaba 14 pesetas (no sabemos exactamente en qué época). Por cierto, que a veces a las modistas les costaba un poco cobrar sus trabajos, pero, eso sí, al final acababan cobrándolos.
(Fuente: Antonio Castel Ballarín. Cuadro: Thomas Couture. Plancha: colección Víctor Barón)
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Me ha encantado, incluso emocionado un poco este gran artículo. siempre es bonito recordar. Saludos.
ResponderEliminarGracias por tu mensaje. Un abrazo.
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