Fue concretamente el 11 de febrero de 1909, cuando se publicó en "El Diario de Huesca" (Hemeroteca del Diario del Altoaragón) el relato de un viaje en tartana de Graus a Campo, con regreso al punto de partida. El artículo decía así:
"Desde Campo. Impresiones de viaje.
Un día que ni hecho de encargo para solaz y pasar agradable de los viajeros que se disponían a tomar una tartana lista a la puerta del bazar multiforme de Valentín Pérez y Compañía.
Graus no era el mismo de anoche. La tranquilidad y dulce calma nocturnales trocáronse en ansias de vida, movimiento desusado, ajetreo incesante.
Apenas el sol se ha elevado sobre las crestas que forman el profundo lecho del río y ya tenemos a la villa en plena actividad. La dejamos con dolor intenso; da pena escapar carretera adelante, desafiando al ingente Turbón, sin saber si mañana otro día esplendente como hoy, nos brindará ocasión propicia de recorrer esa localidad pintoresca.
Un paisaje ignoto es siempre encantador; por algo se dice aquí que "todo lo nuevo place".A la salida cruzamos el Esera por un puente invertido, de los que tienen los arcos por arriba. ¡Ay! puente de El Grao, ¡cómo te admiro cada vez que paso y repaso sobre tu arcada, admiración de sabios y de ignorantes!
Al trote largo de dos mulos poderosos corre la tartana tragándose kilómetros.
Es nuestro guía José López, cadet, y somos viajeros don José y don Martín López, Paquito López, Escamilla y un humilde servidor de ustedes.
Dejamos atrás Perarrúa y hacemos alto en Santaliestra, punto de refrigerio. Aquí se habla de cosas de interés comarcal. De la cosecha de aceite qe ha sido remuneradora, de que el precio oscila entre 58 y 60 pesetas el quintal. Los molinos de antigua construcción se hallan en periodo de moltura. Según cálculos aproximados, la riqueza oleoginosa importará más de 100.000 duros en este país. La calidad del fruto es inmejorable en algunos pueblos, rindiendo el pie hasta dos quintales.
El "agape" de tente en pie nos ha dado fuerzas para seguir el camino hacia el Turbón, atravesando sierras y más sierras, sin dejar la margen del río, pasando por desfiladeros que se ofrecen a la visa del espectador como término inaccesible del viaje y final del camino; pero la carretera culebrea replegándose por las faldas de los montes y el camino sigue presentando nuevo panorama, el valle angosto, los inhiestos picachos, las laderas nevadas, los arroyuelos que de lo alto se desprenden en cajarones de hielo que afectan mil estrambóticas figuras.
A veces parece la carretera colgada y allá, en la profundidad, el Esera de las truchas saltarinas corre entre verdoso y azulado con diafanidad purísima; nuestro querido acompañante D. José, bebedor acuático de primera fuerza, nos dice que el del Esera es el mejor bebestible que se conoce en el mundo. Transponemos el tunel, admirando el paisaje nevado que en última mutación nos brinda la naturaleza. Los torrentes obstruyen el camino de vez en cuando y el firme está cristalino. Las caballerías tiemblan en esta bajada helada, muy propia para patinar.
Morillo de Liena, con su hermoso puente de hierro, es la postrera estación del viaje. Muy luego salvamos la garganta megalítica que da paso al río como portalón abierto para estos menesteres y vemos a Campo, que se asienta al resguardo del Turbón, en medio de una hoya amplísima de elevados e ingentes paradones.
Esto fue un lago inmenso, mientras las aguas no pudieron horadar aquella barrera de roca viva".
(Fotos gentileza de: Ilustración tartana, ("Vida literaria. 7-1-1899). Graus: Celedonio García. Paisajes: Javier Fuster y Ángel Huguet)
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