(Para no dar pistas)
Capítulo 11
JULIO: MI CUMPLE
Pasan los días y las cosas tan rápidamente, que no da tiempo ni siquiera a relatarlas. Por eso, prefiero no entretenerme explicando minucias de mi vida cotidiana (aunque a veces me parezcan interesantes…) y plantarme, ya, en el día de la “primera reunión del grupo de trabajo”, convocada para este primer sábado de julio.
Sin entrar en pormenores de lo que bebimos o comimos mientras charlábamos, y de otros comentarios intrascendentes que intercambiamos, diré que cada uno de nosotros pasó a rendir cuenta de la tarea encomendada. ¡Me olvidaba! Hay algo que quiero señalar: antes de adentrarnos en nuestra historia, les comenté a Joaquín y a Javier que ya sabía que estaba en deuda con ellos, y que teníamos que hablar claramente y sin pudor, de la cantidad que les debía pagar por sus servicios. Los dos respondieron que para ellos aquello no era un trabajo, sino una distracción, y que no solo querían ayudarme a mí, que también, sino que pensaban sinceramente que, de ese modo, harían un buen servicio a la comunidad, identificando a las personas sin escrúpulos que convivían con ellos.
Javier también dijo, que pensaba forrarse con los artículos que escribiría sobre el tema, y ya se veía en platós de televisión y estudios radiofónicos, contando su versión de los hechos, porque sería el gran experto. Todos nos reímos y, cuando le contesté que Joaquín también sería un buen tertuliano, éste dijo que él ya pasaba de todo eso, que dejaba el protagonismo a los jóvenes. Bueno, dicho esto, pasaré a dar cuenta del trabajo que hemos hecho, y de lo que se ha conseguido:
1.- Javier contactó con un maestro jubilado, Don Ángel, que había trabajado en la misma escuela que el padre del inspector Sánchez, a finales de los 60, aunque no le llegó a conocer personalmente. Cuando le dieron esa plaza, hacía poco tiempo que había fallecido el padre de Julito, una persona muy respetada. Don Angel recordaba a la viuda, la madre de Julito, muy discreta ella, que estaba siempre muy pendiente de su único hijo. La verdad es que nunca se supo de dónde venía exactamente esta familia. Ellos decían que de Zaragoza, pero nadie se lo creía. Ella era muy bien recibida en algunas casas buenas de la capital, no sólo para actos sociales, sino como persona de confianza. Gracias a eso, su hijo Julito se codeó con los jóvenes de la clase alta, aunque no puede decirse que formara parte de ese círculo. De todos modos, lo que extrañó a todos es que se echara como novia a una chica de La Cardelina, prácticamente sin educación ninguna y de extracción social más bien baja. Como él estaba estudiando, parecía que podía aspirar a otra cosa, además siempre había sido un poco chuleta y no le pegaba nada aquella relación, esto sin desmerecer a la chica, que conste, pues parece ser que era muy agraciada y respetada. Algún informante le había comentado que les unía una relación de parentesco.
2.- Pedro, nuestro nuevo colaborador, se había hecho el encontradizo con algunos amigos de juventud, con los que salía cuando iba a La Cardelina o cuando ellos se desplazaban a Huesca. Tenía la suficiente confianza con ellos para, después de los saludos habituales, soltarles:
- Oye, ¿tú sabes qué les pasó a Julito y Lola, para que rompieran la relación después de tantos años de noviazgo?
Las respuestas que recibió fueron todas, en el fondo, bastante parecidas:
Muchos aseguraban que aquella relación estaba amañada, y al final no se entendieron en la cuestión económica; probablemente él iba muy equivocado, porque pensaba que Lola aportaría una buena dote, pero de eso nada, que todo el mundo sabía que la familia de ella no era de muchas posibilidades.
No faltó quien resaltara, que la chica valía más que él, aunque a él le parecía lo contrario, y ella no quiso cargar con un señorito de pacotilla. ¡De buena se libró la pobre chica! ¡Ya hizo bien en dejarlo! porque él ha sido un chulo toda la vida.
(Resumiendo, Julio siempre ha tenido fama de ser retorcido y pretencioso. Continuemos).
3.- Joaquín tuvo que navegar por los archivos sin saber muy bien lo que buscaba. No tenía datos suficientes como para establecer algún vínculo entre los numerosos expedientes de responsabilidad civil, denuncias a la policía, intervenciones de la Guardia Civil, etc que pasaron por sus manos, con el caso que les ocupaba. Sólo hubo un asunto que llamó su atención y, a medida que pasaba el tiempo, iba cobrando más fuerza en su cabeza. Probablemente el motivo por el que se interesó en ello, es porque se hablaba de un robo de joyas. Se trataba de lo siguiente:
En el año 1938, a finales de marzo, con carácter de confidencialidad se daba cuenta de que el señor Palacio, concejal del Ayuntamiento y rico empresario, había denunciado la desaparición de su hija, de 20 años de edad, así como numerosas joyas que la familia tenía escondidas a buen recaudo, y de las que sólo tenían conocimiento los miembros de la casa, por lo que se presumía que fue obligada a cogerlas para entregarlas a los malhechores. La preocupación de la familia era muy grande, y se rogaba a la policía que hiciera todas las averiguaciones posibles con suma discreción.
4.- Yo también expliqué todo lo que había buscado y lo poco que había encontrado. Evidentemente, no importaba cual fuera la tragedia, si la familia era pudiente y con influencias, podía silenciar perfectamente a la prensa local, y aunque se hubieran acuchillado los unos a los otros en una casa, aquello no era noticia. Sin embargo, partiendo de esa evidencia, había que aprender a interpretar entre líneas, incluso entre palabras.
Resulta que, también del 38, a finales de abril, había leído algo en “La Nueva España” que me llamó la atención y que podía ligarse a lo que nos acababa de contar Joaquín. Decía que reinaba una gran consternación en la ciudad porque, aprovechando los tiempos revueltos de la guerra, un desalmado, no contento con robar vidas y bienes de la Iglesia, había arrancado del seno de una familia ejemplar, aquello que era su tesoro más preciado, a su bellísima y discreta hija. ¡Otra vez se insinuaba un rapto!
Y a mitad de junio, un párrafo solamente, bajo el título de “Se pierden las esperanzas”, volvía a la carga e informaba de que se rumoreaba insistentemente que, la joven raptada de su hogar el mes anterior, había sido asesinada, aunque seguía sin hallarse el cadáver.
- Así las cosas -les dije a mis colegas -creo que tenemos algunos datos nuevos, pero no sé en qué medida pueden estar relacionados los unos con los otros, ni con lo que buscamos. Sin embargo, con un poco de imaginación y, siguiendo nuestra intuición, podemos elaborar una hipótesis y ver dónde nos lleva. El recorrido que tenemos que hacer, está claro, tiene el punto de partida en los esqueletos del garaje, y el final es lo que debemos descubrir, o al revés, partiendo de unos hechos que no conocemos, tenemos que terminar en el garaje de casa. Todo es posible, pero hay que probarlo. Personalmente, eso de que raptaron a una chica me hace pensar mucho ¿y si no fue así, que se llevaron a la chica a la fuerza? ¿Y si había alguna razón sentimental detrás de todo esto? ¿O lo único importante fue el robo de las joyas? ¿De verdad tiene sentido que sacaran de su casa a la joven porque estaban interesados sólo en las joyas?
- Para no lanzarnos a la especulación pura y dura -continué- creo que no nos costaría mucho conseguir más información sobre este asunto. Lo primero que tendríamos que hacer, es conocer a la familia Palacio, me refiero, saber quiénes eran, etc. Evaluar de qué cantidad de joyas estamos hablando. Saber si la chica pudo escaparse voluntariamente o no... Para averiguar estas cosas, podemos buscar en hemerotecas y archivos, y tratar de encontrar a alguna persona viva que haya tenido relación con ellos.
- ¡Me gusta la idea! -dijo Javier- lo más que podemos perder es una semana de nuestro tiempo, y si para la próxima reunión no hemos encontrado nada sólido, cambiamos de tercio.
Quedamos así, con cita para el 16 de julio, la Virgen del Carmen. Por cierto, que el día 12 fue mi cumpleaños, 69 primaveras, y recibí muchas llamadas. ¡Qué bien hace el cariño de la gente! Esta fecha también me sirvió de excusa para hacer un poco de análisis de introspección, lo típico ¿Quién soy yo? ¿Qué he hecho con mi vida? ¿De verdad tengo esta edad? ¿He contado bien? Y es que yo me siento como una chavala de 25 años... eso sí, cuando me olvido del Parkinson, la hipertensión, unos cuantos kilos de más y otras cosas.
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