(para no dar pistas)
Capítulo 10
DE SOSPECHOSO A COLABORADOR
Ha pasado más de un mes desde que empezó esta historia, y mi vida ha cambiado significativamente. Las cosas que me interesaban han tenido que pasar a segundo lugar, mejor dicho, han sido relegadas tan lejos que ni las veo; los amigos no me reconocen ni saben qué pensar de mí; mis hijos, que viven tan lejos, están un poco al margen de las vicisitudes de mi vida cotidiana, porque no puedo abrumarles contándoles cada cosa que me pasa, ni en la vida real ni por la imaginación, así es que deliberadamente les dejo un poco de lado y no viven todo esto con la misma intensidad que yo, afortunadamente.
Llegados a este punto, creo que necesito aclararme las ideas y hacer un análisis en profundidad de la situación, y para eso he convocado esta tarde a mis dos devotos colaboradores, Javier y Joaquín, pues necesito su ayuda. Les tengo toda la confianza del mundo y creo que se toman este asunto con mucho interés. A ver si entre los tres conseguimos encontrar la luz.
A las 6 en punto llegaron mis dos socios en el coche de Javier. Después de los saludos habituales y de comentar el calor que empezaba a apretar ya, pasamos a centrarnos en nuestro caso, por no decir “mi” caso… Para ello, pensamos que teníamos que intentar concretar bien todos los puntos y hacer dos listas: en una enumeraríamos lo que hemos conseguido: información y datos que no conocíamos hace un mes y de los que ahora disponemos. En la otra lista, escribiríamos los nuevos objetivos, aquellas investigaciones pendientes que a lo mejor nos ayudarían a desbloquear el misterio, y a los que nos deberíamos dedicar de inmediato. Esto es lo que conseguimos:
Lista 1: Datos:
1.- Conocemos ya la identidad de dos de las víctimas, Tony y Fátima.
2.- Sabemos que una de ellas, Tony, tenía familia en La Cardelina, los Mur, y que se había puesto en contacto al menos con uno de estos familiares
3.- Las dos víctimas tenían una profesión respetable, una vida estable y no eran malhechores ni pertenecían o mostraban simpatía por ninguna secta u organización delictiva.
4.- Dado que algunos informantes han hablado de joyas, relacionadas con una cabaña propiedad de la familia Mur de La Cardelina, pensamos que podría encerrarse en este punto, el móvil que había desencadenado esta tragedia.
5.- Según nos comunicó Javier, los esqueletos del garaje eran de un hombre y una mujer. El se había enterado por fuentes oficiosas, a mi nadie me lo había comunicado.
Lista 2: Objetivos:
1.- Descubrir la identidad de la persona de La Cardelina relacionada con las víctimas francesas.
2.- Averiguar quién podría tener conocimiento de lo ocurrido en la cabaña de los Mur hace algunos años y que, como hemos apuntado anteriormente, podría ser el origen de este caso.
Llegado a este punto, y como si redactar estas conclusiones hubiera sido un esfuerzo de titanes para nuestra limitada capacidad de razonar, nos quedamos los tres tertulianos en silencio, con la mirada perdida, hasta que, espontáneamente, la concentramos en una mesita donde había puesto yo algo de picoteo para comer y acompañar unas cervezas. No hizo falta ofrecer nada porque, con naturalidad y ganas, nos servimos lo que nos apeteció. Estos minutos que dedicamos a reponer fuerzas, cada uno los aprovechamos para repasar mentalmente lo que habíamos tratado y esbozar un plan de ataque que nos permitiera movernos en la buena dirección. El primero que habló fue Joaquín:
- Este jamón es muy bueno, y la tortilla de patata también está muy buena…
- Me alegro que le guste, Joaquín. Coja más, que no ha de quedar nada -le animé.
-Gracias -respondió educadamente Joaquín- Lo que me ha enseñado la experiencia, es que hay que dudar siempre de lo evidente. Y para mi, lo evidente en este caso es que su vecino Pedro tiene todos los números para ser el hombre que andamos buscando. Tiene familia en La Cardelina; lleva el apellido Mur, aunque no sabemos por parte de quién; sabía los días en los que Vd. estaba de viaje, por lo que podía disponer de la casa...
- Y, además, ¡hasta tiene mis llaves! -interrumpí yo.
- No le costaba nada romper un cristal si quería intimidarla, etc. etc. -continuó Joaquín.
-Otra cosa -intervino Javier- lo que sí es verdad, porque no pudo disimularlo nada, es que a Pedro no le hizo la menor gracia que nosotros interviniéramos en este proceso de buscar información, hubiera preferido estar él a la cabeza de la investigación, quizás para manipularla mejor.
- ¿Y qué debemos hacer?- pregunté -¿desecharlo como sospechoso porque lo parece o intentar saber más de él, porque tiene todos los números para ser el malo de la película?
- No sé qué pensarás tú, Javier -contestó Joaquín- pero lo que yo creo, es que sería conveniente ir "apretando" a Pedro todo lo posible, para enterarnos de qué es lo que sabe, porque, al fin y al cabo, aunque sea inocente, algo debe saber que no nos ha dicho... No nos ha dado ni una pequeña pista. Aparte de eso, tendríamos que centrarnos en otra posibilidad, en alguien que, intuyo, está agazapado cerca de nosotros viendo cómo jugamos nuestras cartas y que todavía no se ha hecho visible. Y que, desde luego, tiene algún tipo de relación con La Cardelina.
- Yo voy a decir una tontería -intervino Javier -porque no tengo ningún indicio que me permita aventurar esta teoría, pero la persona que ha tenido un comportamiento más extraño en esta historia, desde el primer momento, ha sido el comisario Sánchez. No se ha comportado de una manera racional.
-¡Que alegría me da oírte decir eso, Javier! -solté toda eufórica -es que ese hombre no está llevando este asunto de una manera normal, para nada. Parece evidente que no le está dedicando toda la atención que merece, bueno, ni se molesta en sacarme información (ya que soy su principal sospechosa), ni a mí ni a nadie… Aunque solo sea por la repercusión que ha tenido este asunto por todas partes, a estas alturas tendría que haber presentado algún avance, y estoy segura de que sabemos más nosotros que él.
- Eso es lo que nos parece -dijo sonriendo Javier -a lo peor no es así y nos gana él por mucho… Igual sabe más de lo que dice. Aunque claro está, que según la teoría de Joaquín, el que nos dé tan mala espina dice mucho a favor de su inocencia…
- Bueno, concretando -intervine enérgica- no sé qué pensaréis vosotros, pero yo cogería el toro por los cuernos. Empecemos por lo primero. Por mí, ahora mismo llamaría a Pedro, en plan inocente, y le pediría que viniera porque lo necesitamos para una consulta. Una vez aquí, procuramos exprimirle todo lo que sabe a ver si se nos abre nuevas vías de investigación. Desde luego, tenemos que trabajar con finura, para que piense que está en nuestro grupo, no en el de los sospechosos… no vayamos a ofenderle.
- Me parece perfecto, a ver si adelantamos algo -dijo Joaquín.
- Venga, adelante.
Marqué el número de Pedro y tuve la suerte de que descolgara él mismo el aparato. Le pedí si podía venir un momento, y a los cinco minutos estaba en casa. Cuando llegó, le dije:
- Gracias por venir, Pedro, te necesitamos. Estamos atascados y a lo mejor tú puedes ayudarnos.
El sonrió complaciente. Y, a partir de ese momento, yo no daba crédito ni a mis ojos ni a mis oídos, porque Javier y Joaquín se pusieron a interpretar el gran papel de su vida, como si antes lo hubieran ensayado horas y horas.
Después de rogarle que no hablara con nadie, ni con su mujer, de lo que allí íbamos a tratar, empezó la gran representación. El dúo de detectives aficionados, formado por Joaquín y Javier, se dirigía a Pedro como si él fuera su superior jerárquico, al que le iban sometiendo con humildad cuestiones dudosas. Por ejemplo.
- Tú ¿qué opinas Pedro? Dicen que el tal Tony Lemonier tenía familia en La Cardelina, pero no puede ser verdad ¿cierto? Porque si así fuera se sabría, y a nosotros no nos consta que haya nadie de La Cardelina viviendo en Francia…
A lo que Pedro, queriendo enmendar tanta ignorancia, pasaba a dar detalles de todos los cardelinos y cardelinas que se habían marchado a vivir allí después de la guerra.
También había habido comunicantes que les habían contado, dijeron Joaquín y Javier, que durante muchos años se sospechaba que había un tesoro escondido en una cabaña, que tenía una familia de La Cardelina en su tierra de labor, pero eso era difícil de creer ¿no? ¿Quién podía ser tan insensato de dejar un tesoro allí abandonado? A lo que Pedro respondía muy serio que cuando hablaban de tesoro, se referían a unas joyas que habrían llegado a la cabaña de los Mur en aquellos días de la guerra y asedio de Huesca, y que podía ser que alguien las hubiera tenido que esconder allí por una u otra razón pero, suponiendo que hubieran estado, era difícil que todavía quedara algo, porque mucha gente había intentado encontrarlas, y alguno lo habría conseguido.
Y así, poco a poco Pedro iba entrando al trapo, pues aunque era de inteligencia rápida, estaba en inferioridad numérica frente a sus insistentes interlocutores, y mordía el anzuelo cada vez que se lo tiraban.
A pesar de la “maniobra” que estábamos llevando a cabo contra el pobre Pedro, poco a poco la atmósfera se distendía y cada vez hablábamos más alto y más animados, mientras yo iba sacando de la cocina a la mesita del salón, todo lo comestible que encontraba en la nevera o en los armarios de la despensa. Que si longaniza de Campo, que si queso, salchichón, olivas, patatas fritas, cacahuetes…
Pedro parecía el rey de la fiesta, estaba muy dicharachero y jovial y acabó confesándonos que le tenía un poco de miedo a Sánchez. “¡Anda!” dijimos nosotros tres casi a la vez “¡pues si parecía que erais muy amigos..!”
- Que va -nos contó -lo que pasa es que nos conocemos desde muy jóvenes. El tuvo relaciones con una chica de La Cardelina y después de cinco años de salir, lo dejaron. No se supo lo que pasó. Como éramos de la misma edad y yo tenía familia allí, pues pasamos muchos ratos juntos: no nos perdíamos ninguna fiesta, de las que se celebraban en todos los pueblos de los alrededores ¡qué tiempos! Al cabo de dos o tres años ella se casó, pero él continuó soltero, hasta hace poco tiempo, que contrajo matrimonio con una viuda bien establecida.
Nos quedamos todos callados, en el aire se percibía el chisporroteo de bombillas imaginarias que se encendían y se apagaban.
Cada uno de nosotros tenía la sensación de que estaba a punto de descubrir algo.
- ¡Ah! Sí… -dijo Joaquín -porque tú dijiste que eras familia de los Mur ¿verdad? - le preguntó a Pedro.
- Así es, pero no me hagas decir de dónde me viene el parentesco porque no lo sé. Lo llevaba mi madre, pero no tenía mucha relación con los Mur de la Cardelina, creo que venían de otra parte. La que sí que era de los Mur era la novia de Julito, que era sobrina de Pedro Mur el que vive en Toulouse.
Los tres “investigadores” teníamos nuestras antenas en máxima alerta, bebíamos las palabras de Pedro.
- ¿A qué Julito te refieres? -le preguntó Joaquín.
- ¿A quién va a ser? ¡A Julio Sánchez, el comisario del que estamos hablando!
- Pero, oye Pedro, este Julio Sánchez ¿de dónde es exactamente? -le preguntó Javier.
- Pues la verdad es que no lo sé -contestó el interpelado, que parecía estar repasando mentalmente un listado de años y apellidos -no sé de dónde venía su familia. Se establecieron en Huesca poco antes de la guerra, porque su padre era maestro. Ya sabéis cómo son los hijos de los maestros, estudiosos y un poco marginados por el resto de la clase, que no se fían completamente de ellos. Se quedó huérfano de padre muy joven y se crió solo con su madre. Cuando ella falleció, él empezó a salir con Pilar. Como no tenía familia por aquí, se relacionó mucho con la familia de ella. A raíz de comenzar el noviazgo, fue precisamente cuando empezó a decir lo de que quería ser policía, seguramente porque Pilar tenía un tío guardia civil y eso algo influiría. A lo mejor se lo aconsejaría...
- Pero, algún amigo suyo o de sus padres Julito sí que tendría ¿no? -preguntó Joaquín, que ya estaba preparando mentalmente un listado de próximo entrevistados.
- Si quieres que te diga la verdad, amigos amigos no le he conocido nunca ninguno. No le he visto discutir con nadie, pero tampoco disfrutar de esa camaradería y complicidad que se da entre la gente de la misma edad. Más bien parecía, ahora que lo pienso, que siempre estaba observándonos, como si los problemas y las alegrías nuestras no fueran con él. Vamos, que ha cultivado cierto distanciamiento con sus paisanos.
- ¡Yo que pensaba que solo era conmigo! -les dije, lo que les hizo sonreir a todos - bueno, más que cierta distancia ha puesto entre nosotros una verdadera lejanía.
- No sé si es prudente lo que voy a decir, pero confío en la discreción y buena voluntad de todos vosotros -dijo en tono solemne Javier, olvidándose ya de que Pedro, allí presente, era el sospechoso oficial- para mi, el tal Julito ha pasado a ser nuestro sospechoso nº 1. Sólo es una intuición, pero me da muy mala espina.
- ¡Bravo, Javier! -exclamó Joaquín- yo lo estaba pensando pero no me atrevía a decirlo.
- Yo sólo quiero añadir -dijo Pedro- que no me extrañaría nada que así fuera, porque si había algún secreto en la familia de los Mur, él tuvo que saberlo, y el cargo que tiene ahora le permite tener mucha información. Ahora lo veo claro - dijo Pedro pensativo -él es muy capaz de haberlo planeado todo, porque es un tipo calculador y listo. Aunque, a lo mejor se le han ido fuera de control algunas cosas, porque me extraña mucho que hubiera planificado matar a nadie, no creo que se quisiera ensuciar tanto las manos. Bueno, chicos, tengo que irme ya. Gracias por vuestra confianza y en lo que pueda seros útil, ya sabéis que podéis contar conmigo.
- Bien, estoy emocionada, esto es ya una conspiración en toda regla -dije, orgullosa de mis amistades -hay que desenmascarar al asesino. Ahora, como creo que soy la mayor del grupo, tengo que recalcaros bien que tenemos que ser muy prudentes, y muy pacientes también. Quizás, de uno en uno no, pero los cuatro juntos somos más listos que Julito, y tenemos la verdad y la justicia de nuestra parte, es cuestión de no hacer ningún movimiento en falso y ponernos manos a la obra, para que podamos llegar al final y desvelar el misterio. Hay que estar preparados, porque él se juega mucho y se defenderá, de buenas o malas maneras.
Se oyeron voces de ¡hecho! ¡adelante! ¡bravo! etc. que era una manera de manifestar la euforia que reinaba en la sala. Fui a buscar una botella de cava y brindamos por nuestro objetivo.
- ¿Tenemos aún media hora para trazarnos el plan de trabajo o tenéis prisa por marchar? - pregunté inspirada por mi sentido práctico habitual.
Pedro dijo que tenía una cita, a la que estaba llegando tarde, pero que quería quedarse un poco más. Le dijimos que iríamos lo más rápidos posible y con entusiasmo empezamos a preparar nuestra hoja de ruta.
En primer lugar, pensamos que Pedro podría ir averiguando discretamente por qué el inspector Sánchez y su novia rompieron el noviazgo. Sería interesante saber en qué medida Julio Sánchez estaba en conocimiento de las historias familiares, etc.
Javier podría investigar sin llamar la atención, sobre los padres del inspector, pues la escuela en la que trabajó el padre, estaba cerca de su casa, incluso conocía a maestros que habían estado enseñando allí durante muchos años.
Joaquín tenía una misión más delicada, porque era más visible, por decirlo de alguna manera. Debería acudir a archivos militares que no están todavía digitalizados o a otras fuentes, para procurar recabar datos sobre la situación político-social de aquél período de la guerra en Huesca. Evidentemente, no se debía dar ninguna explicación sobre el motivo de sus pesquisas, así es que debía inventarse otros, aunque, debido a su proverbial discreción, seguro que a nadie extrañaría que no diera muchas explicaciones sobre lo que estaba buscando.
A mí, que estaba más limitada de movimientos, pues estaba en el ojo y en la boca de todos, me quedaba la tarea de consultar la hemeroteca digital, para descubrir si ya fuera a nivel provincial o nacional se nombraba algún caso ocurrido por La Cardelina que pudiera tener que ver con lo que buscábamos.
Fijamos la próxima reunión para el sábado siguiente, que sería ya el primero de julio. Como era lunes, se nos presentaban 5 días delante de nosotros llenos de expectativas y de ilusión. Éramos un gran equipo trabajando por una buena causa. Por cierto, no he hablado nunca con Javier y Joaquín sobre qué es lo que tenía que pagarles por el tiempo que me dedicaban y los gastos que les generaba la investigación: gasolina, aparcamientos, comidas… Esto sí que ha sido un fallo. Será el primer tema que tendremos que abordar cuando nos volvamos a encontrar.
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