martes, 15 de abril de 2025

Novela por entregas. 7

 

CAPÍTULO  7

Aclaraciones


Mi padre no habló de la conversación mantenida con el teniente Martínez con nadie, ni con mi madre, y al día siguiente, aunque estaba un poco nublado y corría un vientecillo fresco, se sentó en el sillón de la terraza para esperar al de la garrafita. A la hora acostumbrada, apareció por la carretera el susodicho, andando a buen ritmo.

- Buenos días, Daniel -saludó a mi padre familiarmente el Sr. Duarte- veo que es Vd. una persona de costumbres, aunque el tiempo no acompaña mucho para sentarse al aire libre, Vd. aquí está...

- Bueno -contestó mi padre- en caso de emergencia en dos pasos estoy a buen recaudo... Vd. lo tiene peor, que si le pilla el chaparrón por el camino, no va a encontrar dónde cobijarse ¿Le parece bien que nos tomemos un café mientras el tiempo decide qué quiere hacer esta mañana?

- Pues por mi, estupendo -respondió Alonso- se lo agradezco, porque, no se crea, muy convencido no estaba... -y mientras cruzaba la puerta de la valla no podía evitar echar una mirada escudriñadora al interior de la casa.

- Entremos -dijo mi padre- que estaremos más tranquilos.

- ¡Lola! -llamó a la chica desde el pasillo- ¡Cuando puedas tráenos un cafe!

Alonso entró en el despacho y se quedó sorprendido. En realidad, pensó, más que despacho debería llamarse biblioteca. Nada más entrar, en la pared sur de la estancia, había una estantería toda dedicada a los volúmenes del Espasa. Justo delante, había una pequeña mesa redonda con un tablero de ajedrez, donde cada noche mi padre resolvía la partida que se proponía en "La Vanguardia". Enfrente, en la pared norte, había una gran ventana y delante de ella la mesa de despacho,  con las sillas correspondientes. En la pared izquierda había una puerta que daba al exterior y la pared derecha estaba totalmente ocupada por una estantería de madera repleta de libros. Allí se encontraban todos los tomos de la Comedia Humana de Balzac, los clásicos rusos, ingleses, etc.

Mi padre, al observar el asombro de Alonso le dijo:

- Yo vivo en Campo, pero me gusta conocer otros mundos.

Mientra tanto, Lola había hecho sitio en la mesita pequeña de la estancia, donde estaba el tablero de ajedrez, y había dispuesto allí las tazas de café. Cuando ella se retiró, mi padre cerró la puerta de la estancia y, después de ofrecerle sitio a su invitado, se sentó él también.

Pasados unos minutos de silencio, en los que se notaba que mi padre sabía que le correspondía a él empezar la conversación, pero no estaba seguro por dónde, le dijo:

- Alonso, creo que ya nos conocíamos anteriormente. Podría quedarme con la sospecha y no decirle nada, pero creo que sería más constructivo para los dos hablar y sincerarnos. Si prefiere Vd. que me calle ahora mismo, yo respetaré su voluntad y aquí ponemos punto final.

- Pues le agradezco mucho su confianza. Llevo días no sabiendo cómo abordar el tema que me ha traído hasta aquí.... es demasiado importante para mi, me ha marcado la vida -le respondió Alonso.

- Pues vamos a empezar por el principio, si le parece... -le dijo mi padre. Lo primero que quiero decirle es que sé que Vd. estuvo en Campo anteriormente, y que le digo esto porque yo le vi.

Alonso se quedó como si hubiera recibido un impacto en la cabeza, le daba la sensación de que iba a caerse, aunque estaba sentado, y tenía la impresión de que, aunque quisiera hablar, no podría articular palabra alguna. Cuando pudo reaccionar, dijo:

- Y, ¿dónde me vio?

- Pues le vi desde aquí, desde mi casa, y Vd. estaba en la serrería que hay justamente detrás. Venga, Alonso -le  dijo mi padre-voy a enseñarle una cosa. Sígame. - Y después de salir  del despacho y dirigirse a las escaleras, subieron por ellas hasta el rellano, donde había una pequeña ventana. Mi padre le dijo:

- Mire, ¿qué ve allí fuera? ¿No le recuerda nada?

Alonso estaba impresionado, emocionado. Apenas tuvo fuerzas para decir:

- Así que esta es la famosa ventaneta... - dijo como para sí mismo- Me han hablado de ella. ¿No he de recordar el escenario que se ve abajo? Nunca lo olvidaré. Alguien me hizo llegar la información de que Iñaki, mi hijo, al que suponíamos viviendo en Francia, estaba trabajando aquí. No me lo pensé dos veces, hablé con dos amigos y les pedí que vinieran conmigo, para convencerle que volviera a casa. Aquella noche no encontramos a nadie en el pueblo,  ni vimos ningún coche, ni oímos nada, parecía que estábamos solos en el mundo, los dos amigos que me acompañaban y yo. Nos acercamos sigilosamente hasta aquí, hasta la serrería y justamente allí estaba trabajando mi hijo junto a otros dos hombres. Poco rato estuvimos, no llegaría a diez minutos.. Y Vd. ¿qué vió desde aquí? o ¿qué le pareció ver?   

.- Vamos al despacho, Alonso -respondió mi padre- Nos tomaremos un whisky y, si tiene ganas, me cuenta qué pasó realmente y yo le diré lo que vi.

- Antes -le señaló el visitante-  me tiene que decir si fue Vd. el que me denunció. Ya sabe que en esta vida de todo se entera uno, y a mi me llegó el rumor de que la Guardia Civil supo todo lo que había pasado porque se lo contaron los dueños de la casa. Unos dueños que me denunciaron, sí, pero que también acogieron y le dieron trabajo a mi hijo cuando lo necesitó.

- Pues así es -aseveró mi padre- Pero ahora le contaré cómo vi su visita a la sierra y Vd. me dirá si hice o no hice lo justo.

Y bajaron la escalera, se sentaron en el despacho y hablaron y hablaron Lo más difícil para Alonso fue explicar qué había hecho tan grave Iñaki para que su madre hubiera tenido que expulsarlo de casa.

- Si se cuenta ahora, dijo, parece una chiquillada, pero en aquél momento parecía el fin del mundo. Fue mi mujer, Teresa, la que resultó más involucrada. Todo vino porque cuando estalló la Guerra, con mi hijo poco más que adolescente, a mi mujer se le ocurrió marcharse con Iñaki al caserío de su padre, donde le pareció que estarían más seguros y no les faltaría de nada. Cuando ellos se instalaron allí,  vivía con su padre un hermano de Teresa, que debía tener veintitantos años. Pasó que este chico se casó con una muchachita de allí y que como Iñaki, que venía muy grandote y parecía mayor, no tenía mucho que hacer, pues empezó a tontear con su tía. Cuando se enteró el hermano de Teresa, llegaron a las manos y amenazó de muerte a nuestro hijo y viéndose Teresa incapaz de poner paz entre aquellos jóvenes decidió volver a casa. A Iñaki no le gustó esta solución y un día sin decir nada a nadie, se marchó. Por un amigo suyo supimos que se había ido a Francia. A su madre eso le costó la vida, murió de sufrimiento, por no saber nada de él. Yo tampoco supe nada más, nada. Hasta hace poco, que recibí un anónimo...

Y con lo que decía uno y añadía el otro, Alonso y mi padre fueron reconstruyendo los hechos en los que los dos estaban involucrados.

Finalmente, y después de intercambiarse información de todo tipo, sobre la familia, la situación política, la vida que les había tocado vivir, la que hubieran querido vivir, etc. mi padre le dijo a Alonso:


- Mañana tengo que ir al Valle de Arán, tengo una cuadrilla de picadores trabajando en el monte, ¿quieres venir conmigo?

- ¿A qué hora salimos? - respondió Alonso.

Y con esta frase, tomaban un camino, que todavía no sabían donde les conduciría.

Aquella noche mi padre puso al corriente a mamá de todo lo que había hablado con Alonso, porque, al final, siempre le contaba todo.


2 comentarios: