sábado, 23 de noviembre de 2019

La despensa


en OTOÑO

En todas las casas del pueblo había alguna estancia que cumplía las funciones de despensa, granero, bodega, rebost... El nombre y el espacio del habitáculo destinado a almacenar las provisiones para la alimentación de la familia, variaba según el tamaño e importancia de la casa y, desde luego, no era lo mismo la bodega que el granero, pero todos prestaban el mismo servicio: el almacenamiento de víveres.
Cuando llegaban estos meses de octubre y de noviembre, daba gusto acercarse por aquellos cuartos, repletos y olorosos. Recordando lo que depositaba mi madre en ellos, pienso en:
- Un saco de patatas, que íbamos reponiendo a medida que se acababan, pues la recolección entera se dejaba en la caseta del huerto.
- Tampoco faltaban las cebollas, que se depositaban en una canasta grande
- los ajos, colgados en la pared en ristras
- las manzanas, colgadas del techo con cuerdas
- los membrillos (coduños), colgados igual que las manzanas
- peras
- algunos racimos de uvas
- un saco de nueces del molino viejo y otro del Nugueret (unas eran gordas y las otras pequeñitas y redondeadas)
- tomate embotellado en tarros de cristal y botellas de todo tipo, que se utilizaba para guisar
- pimientos adobados en vinagre
- olivas en tinajas con agua del río
- algunos tarros de rovellons y otros de muixardons 
- judías que habíamos sacado nosotros de las vainas
- un par de saquitos de tela con orejones de melocotón (que se habían secado al sol)
- alguna calabaza para hacer cabello de ángel
- tarros de confitura de melocotón, mermelada de tomate...
- una tinaja grande con aceite (que habíamos comprado)
- alguna botella de vinagre, obtenido de algún vino agriado o que se había picado
- al menos, un par de toneles de vino, uno para diario y otro bueno
- leña cortada para la cocina
- serrín para las estufas
sin olvidarnos del "herbolario":
- ramitos de laurel
- anís en grano
- manzanilla...
Y después de esta abundancia vegetal, que llenaba la despensa gracias a lo que la Madre Tierra nos ofrecía en verano, llegaba la época en la que un vegetariano hubiera pasado mucha hambre por allí,  pues del techo ya no colgaba nada de nada, ni se veía una hoja ni un tallo por ningún sitio y, lo poco que quedaba, empezaba a ofrecer un aspecto muy poco apetecible (patatas grilladas, etc). Era ya el final del invierno y  principios de primavera, y entonces había que recurrir a otros alimentos: se procedía a la matanza del cerdo y las frutas y los frutos se transformaban en chorizos, longanizas, costillas de cerdo en aceite...


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