jueves, 17 de febrero de 2022

Turismo

muy rústico, pero entrañable.


Cuanto menos ganas tengo de trabajar, más lejos se me dispara la memoria buscando buenos momentos vividos en la infancia y juventud. Hoy ese viaje al pasado me ha llevado a la primera vez que mis hermanos y yo salimos "al extranjero". Éramos unos críos. Os lo voy a contar. No porque piense que os tengan que interesar mis aventuras, sino porque creo que también es curioso saber cómo han cambiado las cosas. Porque, aunque puede parecer una historieta del TBO, aquí hay un valor testimonial, pues  lo que explico es pura verdad.

Era la primavera de no me acuerdo qué año, cuando en casa se organizó la excursión para ir a Lourdes, en Francia. Mi padre no era creyente, pero estaba seguro que la Virgen de Lourdes le había curado un flemón que tenía en la boca y quería ir a dar las gracias, además, lo había prometido. La más amiga de mi madre, o una de las que más, era Pilar la esposa de Baltasar. Ellos también querían ir a Lourdes, no sé cuál era su motivo. Así pues, los expedicionarios éramos, mis padres, Baltasar y Pilar, mis dos hermanos Daniel y Fernando, y yo (Rober no había nacido, por lo que yo tenía menos de 8 años).  

No sé qué coche conducía mi padre. Dentro del vehículo tampoco se cómo nos arreglábamos. Bueno, los caballeros iban delante, eso seguro, y en la parte de atrás nos superponíamos las dos señoras y las criaturas, evidentemente, sin cinturón de seguridad ni nada que nos impidiera movernos como quisiéramos.

Recuerdo que al pasar por el túnel de Viella, un poco en broma y un mucho en serio, empezamos a gritar de miedo, y entonces los mayores empezaron a cantar y nos lo pasamos en grande cantando todos a pleno pulmón.

Llegamos al hotel de Lourdes aquella tarde y salimos a cenar. Baltasar era de carácter muy abierto y dijo, creo que en broma, que el entendía francés muy bien. Llegamos a un restaurante y, después de muchas deliberaciones entre las cuatro personas mayores, el menú escrito en una pizarra y una camarera con poca paciencia, se zanjó la conversación con unos cuantos "oui, oui" de Baltasar y varios "Tous? c'est sure?  c'est sure?" de la francesa.

Después de un poco de espera, llegó nuestra cena sorpresa: una ensalada en el centro de la mesa ¡y un huevo frito para cada uno! ni que decir tiene que cada huevo que llegaba a la mesa era recibido en medio del jolgorio general. Como se solía decir, cenar cenamos poco, pero reírnos... ¡nos reímos tanto!


 

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