jueves, 4 de febrero de 2021

Dificil de tragar

 

Caldo para los recién casados

Un plato de no muy buen gusto para muchos


Era una antigua costumbre en muchos pueblos de Aragón y también en el resto de España: llevarles a los novios la noche de su boda, o posteriormente, cuando regresaban de viaje de novios, una taza de caldo, pretexto para que los jóvenes del lugar se divirtieran un rato a costa suya. En algunas localidades en vez de llevarles caldo les servían una taza de chocolate. Y, aunque la recién estrenada pareja se hubiera pasado muy bien sin tanta solicitud, no había cerrojos ni llaves que pudiera evitarles esa temida visita nocturna. 

En Campo, el “llevar el caldo” a los recién casados ha sido una costumbre muy arraigada que ha llegado prácticamente hasta nuestros días. Aunque su “escenificación” sufrió alguna transformación con el paso del tiempo, la naturaleza y espíritu de la fiesta parece ser que no experimentó ningún cambio desde su origen.

¿En qué consistía ese rito del caldo? Ocurría que después de celebrarse la boda en el pueblo, y como los recién casados no solían marcharse de viaje de novios, los amigos hacían preparar un caldo, muchas veces con las gallinas que robaban en casa de la propia novia. Entrada la noche y cuando menos lo esperaban los desposados, se presentaban en su habitación los solícitos amigos para ofrecerles, en medio de bromas de más o menos gusto (más bien malo), una tacita de caldo para reponerse. El que los recién casados marcharan de viaje de novios o se fueran los primeros días a dormir a casa de algún amigo o conocido, no conseguía para nada hacer olvidar a sus paisanos la cita pendiente.

Esta broma pesada se toleraba con admirable resignación por todos los jóvenes del lugar. De hecho, normalmente el caldo se llevaba cuando se casaba un chico del pueblo, que se suponía que ya sabía de qué iba el asunto ya que él mismo habría asistido y contribuido a muchas otras ceremonias de ese tipo. Es decir, una especie de justicia de hoy me toca aguantarme a mí, porque ayer te tocó a ti.

Vemos a través del texto que el Obispo de Lérida suscribió en el siglo XVIII, en una visita a Morillo de Liena, hasta qué punto la Iglesia se preocupaba por el cariz que iban tomando las bromas que se hacían al llevar el caldo. No sé si en Murillo se hizo caso a esta disposición, ni si en Campo se hizo alguna llamada de atención de este estilo, lo cierto es que, como hemos dicho, se practicó hasta hace bien poco.

Este es el texto en cuestión:

Murillo de Liena. Visita de Monseñor Gregorio Galindo, Obispo de Lérida.

Por quanto con mucho dolor nuestro avemos entendido que en este lugar muchos jóvenes y otras personas de poco juicio y temor de Dios Nuestro Señor, con grave perjuicio de sus almas y escándalo de los fieles acostumbran llevar a la cama la colación o caldo de gallina a los desposados o recién casados, la primera noche.

Deseando quitar tan abominable costumbre y evitar los muchos pecados que de ella se siguen, ya por las palabras torpes que dizen, ya por las acciones deshonestas y provocativas que practican,

Mandamos a todas y qualesquiere personas de qualquier estado y condición que sean bajo la pena de excomunión mayor “lata sententiae ipso facto incurrenda”, que en adelante no lleven a las recién casados a la cama la dicha colazión o caldo en dicha primera noche ni en otras, ni vayan, y si alguno hiciese lo contrario mandamos al Rector lo ponga en tablillas y nos de aviso.

 El seis de octubre del año 1751”.


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