Coser y viajar
La llegada a Campo de mucha mano de obra, que venía para trabajar en los diversos proyectos que se llevaron a cabo en la zona a lo largo de varios años, como fue la construcción de la carretera, la central eléctrica, el canal de Avellana, etc. sirvió de reclamo para la instalación de comercios, bares, casas de comidas, alquiler de habitaciones, etc. así como de personas dedicadas a diversos oficios.
Antonio Castel Ballarín, nuestro paisano y gran estudioso de historia local, nos ofrece más información sobre el fundador de la Sastrería Castel.
Parece ser que no se limitaba a confeccionar las prendas que le pedían, sino que después, a lomos de una caballería, las repartía por todos los pueblos y aldeas. Para hacernos una idea de la dificultad de esas entregas, pensemos que uno de los recorridos que hacía era, saliendo de Campo, pasar por Viú, y luego tomar una senda, que no un camino, que serpenteaba por las montañas hasta llegar a Bielsa, Laspuña o Lafortunada.
Antonio Ballarín Galindo fue el yerno del Sr. Joaquín Castel. A los 15 años ya entró a trabajar de aprendiz, como muchos chicos del pueblo. Habitualmente había uno o dos jóvenes aprendiendo el oficio, pero alguno se tenía que quedar sin poder hacerlo, pues el Sr. Joaquín no podía tener a tantos aprendices como lo pretendían. También acudían al taller chicas, que venían a aprender el oficio de pantaloneras. Recordemos que los aprendices el primer año no cobraban nada. En el segundo, tenían derecho a la comida. Y en el tercero, ya percibían algo de paga.
Como dato informativo, Antonio ofrece algunos de los precios de la época. Por ejemplo, en 1929, un traje de estambre costaba 90 pesetas. Un pantalón de niño pequeño, 7 pesetas. Un pantalón de pana, 17 ó 18 pesetas, si era de persona mayor. Un traje de lana para la primera comunión, 28 pesetas.
Una vez terminadas sus obligaciones con la Patria, se fue a trabajar a Tarrasa y Barcelona, donde estuvo unos años y, finalmente decidió volver a Campo. Era en 1947 cuando abrió su propio establecimiento, donde trabajaba con su esposa Asunción Ballarín Mur. Cerró la tienda en 1983, cuando se jubiló. A lo largo de los años, varias personas, especialmente chicas que aprendían de pantaloneras, trabajaron en su sastrería. Tenía el local en la calle de la Iglesia, en la conocida casa Güel.
También José Ballarín servía sus pedidos a domicilio, pero él atendía a la clientela con bicicleta. Con ella llegaba hasta Mediano, donde se estaba construyendo el pantano y había mucha demanda. Allí atendía a sus clientes en un conocido bar: un domingo tomaba las medidas, al siguiente se hacían las pruebas y el domingo después ya entregaba las prendas confeccionadas. ¡Trabajaba rápido!
Y para terminar, queremos mencionar también a Enrique Subías, que también aprendió el oficio con el señor Joaquín Barrabés Castell. Después, trabajó y siguió aprendiendo en Barcelona, con unos familiares de su madre. De vuelto a Campo, donde instaló su sastrería, se casó con Asunción, una joven de Torrelaribera, que había aprendido a coser con su madre modista, que se había sacado el título de Corte y que resultó ser una gran ayuda en el taller de su marido. Por allí pasaron muchos aprendices, chicos y chicas (como Pepe Morancho, que se instaló después en Barbastro, etc.).
El oficio de sastre permitió a muchos jóvenes de Campo ganarse bien la vida en las ciudades a las que emigraron, aparte de los que optaron por quedarse en el pueblo.
Muy interesante!
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