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domingo, 27 de noviembre de 2016

Preparando el invierno


LEÑA PARA LAS COCINAS DOMÉSTICAS Y PARA EL HORNO DE PAN

Transcribimos a continuación un texto de Antonio Ballarín Castel sobre este tema.


Campo. Monte Naspú. Manolo Garanto

"Los montes de Campo fueron siempre una gran reserva de leña para el fuego de la cocinas y hornos de pan.
Del "Caixigá" se traían en cargas de burros las ramas y troncos de caixigo sueltas, puesto que en aquel entonces no se podían cortar caixigos.
De Naspú, por el camino del mismo nombre, se bajaba buena leña de carrasca que desprendía abundante calor.
Del monte llamado "Romeral" encima del Gradiello, se bajaban buenas cargas de romeros. 

En todos estos casos, la leña era transportada como hemos dicho a cargas de burros, normalmente. Se descargaba y se apilaba en la entrada de las casas, algunos la llevaban a la era que tenían cerca de casa o en corrales próximos a la vivienda.
Los que consumían mucha leña y disponían de medios, con machos y carros adecuados iban a la Garona, talaban "Faus" y Hayas y en carretadas bajaban los troncos al pueblo, que luego aserraban y partían por la mitad.
Las aliagas para la matanza del cerdo eran traídas de las Cuastas, muy buenas y quemaban muy bien. También de "Coz" se traían algunas cargas."
Campo. Naspú- Manolo Garanto
Los que tenían hornos de pan, unos tres en el pueblo, iban con carros a la Garona y bajaban carretadas de "buixos", que iban muy bien para calentar el horno.
También bajaban a vender cargas de leña del pueblo de Viu, vendían la leña y con el dinero compraban lo que necesitaban.
Otra fuente de leña eran las "lleras" del río y Rialgo, después de una gran crecida que arrastraba troncos y madera, al decrecer, la leña quedaba sembrada por la superficie de las piedras, entonces, la gente iba y llenaban sacos de leña muy buena.
Por fin, estaban las serrerías, del señor Fuster y del señor Canales, que eran un lugar de aprovisionamiento de leña de pino.
Con esta leña se encendía el fuego de la cocina a primera hora del día para hacer la comida del medio día; por la tarde se encendía de nuevo hasta la hora de ir a la cama a dormir.
Excepto los braseros, no había otro medio de calefacción en las casa que el fuego de la cocina". 


jueves, 17 de noviembre de 2016

El otoño en el monte

Antiguamente


El ritmo de las labores del campo, y también de muchos de los trabajos domésticos, venía marcado por las estaciones del año. Antonio Castel Ballarín ha recopilado esta información para nosotros.

BELLOTAS DEL "CAIXIGÁ" Y ENCINAS DE "AVELLANA"

La recogida de ambos frutos se realizaba en otoño. A primeros de octubre comunicaban en el pueblo, mediante pregón, que se podía ir a buscar bellotas al "Caixigá".
Al día siguiente, pronto por la mañana, se formaba un cordón de gente del pueblo hacia el monte. Había casas que iban todos preparados con cestos y sacos. Cruzaban la palanca, entonces de tablas de madera y unos por el camino del río, por "Mal pas" (por ser muy estrecho y estar junto al agua del río), se dirigían hacia la zona denominada "las Pradinas"; otros subían por el tozal de "las Parcions" y entraban por esta zona al Caixigá.

El trabajo consistía en ir recogiendo las bellotas una a una del suelo con la mano e ir depositándolas en una cesta que cuando se llenaba se procedía a vaciar en un saco, así todo el día. El trabajo no era duro, pero sí resultaba pesado. A la hora de comer cesaba la recogida, entonces con lo que se había traído de casa se procedía a la comida, en corros, para después, una vez acabada,  volver a empezar la recogida.
Normalmente se llevaba ya algún burro, pero si no, se dejaban los sacos amontonados y durante los días siguientes se bajaban al pueblo con algún animal de carga.
La bellota era un buen complemento para la alimentación del cerdo unos meses antes de la matanza, en el mes de diciembre o primeros de enero.
El ambiente en el monte entre los cajigos resultaba agradable puesto que se oía hablar a los vecinos de la tarea, silbar y, hasta en ocasiones, cantar. No faltaba la distracción de alguna ardilla que asustada por el murmullo de la gente saltaba de rama en rama y de árbol en árbol.
Una vez que, más o menos, se habían agotado las bellotas, se podía pastorear el ganado que rebuscaba y acababa con alguna que se había quedado oculta entre zarzas o debajo de alguna hierba.
El trabajo en el monte de "Avellana" era más pesado, primero porque había que ir andando hasta allí, que hay un buen trecho desde el  pueblo y, en segundo lugar, por lo escarpado y pendiente que era el monte. Sin embargo, valía la pena porque las encinas de este monte eran dulces y mejores que las bellotas del "Caixigá", por lo que resultaba muy buen complemento par la alimentación del engorde del cerdo.
También aquí se dejaban los sacos en el monte y un día a la semana había que subir a buscarlos con el burro. Se salía de casa casi de noche, para estar en el monte a primeras horas del día. Como se aprovechaba la jornada hasta últimas horas de la tarde, casi siempre se regresaba también de noche. 

domingo, 13 de julio de 2014

Las sorpresas de internet



¡que alegría! 


Compré un par de fotografías por internet porque vi que eran de Campo, pero sin saber exactamente quién aparecía en ellas. La sorpresa fue cuando, mirándolas con detenimiento, vi en una de ellas a mi padre (tercero por la izquierda) y a mi abuelo Daniel (en el medio, con los brazos cruzados). También está el Sr. Daniel Saura, pero a los demás no estoy segura de poder identificarlos. Parece una comida en el monte, con los picadores.



En esta segunda foto, creo que el tercero por la izquierda es Juan Brunet, mi abuelo materno.

domingo, 25 de mayo de 2014

Frutos del monte

Tan coloreados como las flores

(que nos ayuden a olvidarnos un poco de tanta desgracia y accidente)

Fotos gentileza Jose Murciano





jueves, 11 de octubre de 2012

Buscando setas


Cosme Castán, presidente de la Asociación Vall d'Axén, nos ha enviado esta información para todos los amantes de las setas (de comerlas y de ir a buscarlas al monte).


sábado, 4 de junio de 2011

El monte y la industria






El primer paso en el proceso de comercialización de la madera es la venta de los árboles en el monte. Posteriormente, la transacción comercial continúa tanto con la venta de la madera en rollo como con la transformación de los troncos en madera aserrada.
Se llama madera en rollo la madera sin transformar, tal y como se presenta apeado el árbol, con o sin corteza. En Aragón, antes de que se implantara el sistema métrico decimal, existía todo un sistema de medición con terminología propia, con el que se designaba cada tronco según lo que medía: al docén le correspondían 12 medias varas de largo y nueve dedos de diámetro, es decir, aproximadamente 4,80 m. de largo. El tronco del catorcén medía 14 varas de longitud y un diámetro de 10 a 13 dedos, unos 5,40 metros de longitud, etc. Otras denominaciones eran las entenas, trallos, etc.
Al iniciarse el siglo XX la madera en rollo que más se comercializó fueron los postes, que se destinaban a la instalación de las líneas telegráficas, telefónicas y de conducción eléctrica. Se empleaba para ello la madera de pino creosotado y castaño bravo.


La madera aserrada es la madera transformada ya en producto industrial. Las sierras para cortar madera presentan gran diversidad, básicamente podemos decir que pueden ser sierras de mano, como los simples serruchos, tronzadores, sierras de arco, de bastidor, motosierras actuales, etc. destinadas a trabajos de apeo, tronzado y encuadrado de los troncos, y se utilizan principalmente en el bosque y sierras mecánicas, susceptibles de diferentes divisiones y cuya función es aserrar los troncos, llevar a cabo trabajos específicos de carpintería, etc.
Las primeras sierras mecánicas que hemos encontrado mencionadas en documentos son las sierras de agua y se hace referencia a ellas principalmente en inventarios de molinos o en sus contratos de arrendamiento. Aunque no se ofrece ninguna descripción de sus características técnicas, al menos nos permiten comprender el ámbito en el que se produjo su implantación y su posterior evolución.
Madoz, en su "Diccionario Estadístico-Geográfico-Histórico" (1845-1850) menciona la existencia de la serrería de Campo, concretamente dice que hay "una sierra de agua para cortar madera", instalada al lado del molino. Gracias a la instancia firmada por Miguel Blanch Galindo, vecino de Campo, dirigida al Distrito Forestal de Huesca con fecha 25 de septiembre de 1935, conocemos también la existencia de una sierra en el Valle de Lierp, aunque no se menciona en el referido Diccionario. En dicha instancia, después de abordar otros asuntos, se dice:
"Al mismo tiempo, ruego a V. S. me autorice aserrar la expresada madera en una sierra que tiene instalado hace más de cien años el vecino del valle de Bardají Dionisio Campo, a orillas del río Rialvo. De no autorizar al recurrente lo solicitado se le irrogarían grandes perjuicios por no haber otra vía de saca que el mencionado camino, y en segunda, de no efectuar el aserrío en la expresada sierra, tendría que arrastrar la madera en bruto unos 8 quilómetros por ríos muy costosos para conducirla al taller más próximo".
En los pueblos de montaña, donde se contaba con materia prima abundante, eran normalmente los concejos o ayuntamientos los que se preocupaban de instalar una sierra para atender las necesidades locales o de todo el valle. Estas serrerías las daban en arriendo, habitualmete por uno o dos años y en el contrato se fijaba, entre otras cosas, el precio que el aserrador podía cobrar por su trabajo.
Las primeras máquinas de aserrar que hubo en Campo se compraron en Zaragoza, a la firma "La Industrial Mecánica" que pertenecía a Abrain Hermanos. Esta casa, fundada en 1922 empezó su andadura inspirándose en maquinaria extranjera y adaptándola a las necesidades particulares de cada zona- Para abaratar el precio de las maquinas de serrar, "La Industrial Mecánica" facilitaba los planos de las máquinas a los clientes, así ellos construían el esqueleto o armazón de las sierras en madera y la empresa les servía en metal sólo lo estrictamente necesario. La madera que se utilizaba para esas construcciones era siempre la carrasca, por ser la más dura.
Es interesante saber que en España existían unas disposiciones que impedían que se establecieran las serrerías cerca de los montes. El motivo de esta prohibición era reforzar la vigilancia de la madera que entraba en las serrerías, para aumentar el control sobre las talas. En el año 1939 encontramos el expediente de solicitud que José Canales Fillat hizo para poder instalar una serrería mecánica en Campo. Del informe suscrito por el ingeniero del Distrito Forestal encargado del caso, entresacamos las siguientes observaciones:"Que aunque el referido terreno se halla a menos distancia de 5 kilómetros del límite exterior de montes de utilidad pública, se encuentra a mayor de las masas arboladas de los referidos montes·".

"Que la vigilancia de las maderas que se elaboren en la serrería se puede ejercer fácilmente por haber un guardia forestal en Campo y los productos tener que pasar necesariamente por la carretera".
Y cuando finalmente las autoridades forestales expiden el permiso solicitado por José Canales Fillat, viene, entre otros, con el siguiente requisito:
"1º- No se podrá impedir la entrada e inspección en la referida fábrica al personal de la Guardia Civil y Guardia forestal y personal dependiente de este distrito forestal, aunque no lleve el mandamiento judicial correspondiente".
Mucha de la madera transformada en Campo abastecía los mercados de Barcelona y Zaragoza, y sólo una pequeña parte atendía la demanda local (carpinterías, construcción,etc.).

(Fuente: Fernando Fuster. Fotos pertenecientes a: M. J. Fuster, Eugenio Campo)
Para mayor información, puede consultarse "De oficio maderista" en la web de Campo


miércoles, 25 de mayo de 2011

El monte y los oficios




Los picadores





Los picadores son los encargados de llevar a cabo las labores de tala y saca de los montes, es decir, de cortar los árboles y ponerlos a pie de pista o carretera para que puedan ser transportados. Así pues, en esta operación de saca se procede al arrastre de los troncos desde el lugar donde han sido talados a las áreas de carga, donde los camiones o tractores tienen acceso. En los montes de nuestro entorno para el arrastre se suele recurrir a los machos, aunque ahora se utilizan cada vez más pequeños tractores. Habitualmente son los camiones los encargados de llevar la madera recién cortada a las serrerías donde va a ser transformada, pero en nuestros montes también se han usado otros medios de transporte, como los cables aéreos o el descenso de los troncos por el río.



Los picadores se instalan en el monte durante el tiempo que el trabajo lo requiere y siempre que las condiciones climatológicas lo permiten, por lo que suele ser durante los meses de verano. No sabemos si se seguirá haciendo así pero, años atrás, los picadores se construían en el lugar del trabajo unos refugios con el fin de pasar la noche y guarnecerse del frío y la lluvia, que frecuentemente interrumpía su tarea. También tenían que resguardar de la intemperie y la humedad los utensilios que empleaban en su trabajo y las provisiones que guardaban tanto para ellos como para los animales.



Una vez abatidos los árboles, los picadores procedían a limpiarlos de las ramas y la cortezas, operación que se conoce como desrame o labra, y que antiguamente se hacía con el hacha o astral, pero actualmente se realiza con las máquinas de tronzar. Los deshechos que se producían en esta fase habitualmente se dejaban sobre el suelo. Quitándole la corteza al árbol en el mismo monte se conseguía que se deslizara con más facilidad y tenía la ventaja de que la madera se secara mejor, evitando la aparición de carcoma posteriormente. Hechas estas operaciones se pasaba a la fase siguiente, que era o bien el cuadrar el tronco o bien el disponerlo ya para el arrastre.

Para cuadrar el tronco el picador se servía de un hilo tintado, generalmente con carbón, con el que se marcaba una línea por el lugar donde se debía cortar la madera, eliminando la parte exterior de dicho tronco y convirtiendo la superficie circular en un madero de cuatro caras. Después se marcaba cada tronco con la contraseña del maderista.



Esta es la información que nos facilita Antonio Castel sobre los picadores de Campo:
"El trabajo en su ciclo completo (de la madera) empieza con los "picadores de madera" en la Villa muy numerosos, por cierto.
Este equipo de tres o cuatro hombres, bien adiestrados en el manejo de la estral, se trasladan a los espesos montes de pinos en Yali (viu), la Garona o la Cazanía (Seira). Permanecen en el monte un mes, quince dìas, veinte, etc. Duermen en cabañas que ellos mismos preparan con ramas y troncos.
A partir de Campo cargan en su burro el avituallamiento completo de los días de permanencia en el monte, carne en abundancia, jamón, pan, vino, aceite, sal, tomates, etc. Una vez instalados en el lugar empiezan el trabajo: talar los pinos que el empresario de la madera ha comprado previamente. La destreza, fortaleza y trabajo son sus signos habituales".


En Campo se instalaron bastantes personas que ejercieron el oficio de picador. Algunos de ellos permanecieron sólamente el tiempo que duró su trabajo y después se marcharon. Otros se casaron con chicas del pueblo y fundaron familia en Campo. No obstante, es muy dificil encontrar el rastro de estas personas en censos, listados de vecinos, etc. pues aquellos picadores que estuvieron temporalmente y luegon se fueron, no llegaron a avecindarse en el pueblo y no figuran en ningun recuento, y los que se quedaron definitivamente en Campo, al establecerse en un lugar fijo cambiaron de profesión, o al menos la compaginaron con otra durante los meses de invierno, y dejaron de identificarse con el término picador.


(Fuente: Antonio Castel, Fernando Fuster. Fotos gentileza de Eugenio Campo)

sábado, 12 de junio de 2010

El monte y los caminos

Buscando salidas

Cuando se talaban los árboles en el monte, en primer lugar se procedía a las operaciones de desrame y arrastre hasta un cargadero o apartadero, donde se depositaban los troncos hasta ser transportados a su destino. Luego, se tenía que llevar esa madera hasta las serrerías. En los montes aragoneses, dado el sistema de propiedad de los mismos, a la hora de realizar la saca o transporte era frecuente tener que pedir permisos para atravesar terrenos de otros propietarios, pues podíá ocurrir que el pedazo de monte propio o la partida de madera que se había comprado, se encontraran sin vías de salida.
De la importancia de disponer de un buen camino para poder sacar la madera del monte, nos da fe la petición que los vecinos de Campo exponen a las autoridades del Distrito Forestal a través del Sr. Julián González, Ayudante de dicho organismo y que éste recoge en su informe. Escrito el 21 de junio de 1932, dice así:
"Al hacer el Servicio en el monte nº 57 del pueblo de Campo, la Comisión de este Ayuntamiento manifestó al que suscribe el deseo de que se le conceda en el monte "Avellana", vestido con arbolado de encina y roble y de propiedad particular del pueblo de Campo, el aprovechamiento de leñas que han de ser destruidas al verter los escombros que han de producirse en la apertura del canal, que la Cooperativa de fluido Eléctrico tiene en proyecto pasar por dicho monte. Considerando que el citado canal ha de ser perforado casi en su totalidad en tunel y unicamente saldrá a la superficie en uno o dos trozos del monte, con una longitud de 25o metros aproximadamente.
Considerando que en estos tramos el arbolado indudablemente ha de sufrir grandemente por los choques de las piedras rodadas, al ser vertidos los escombros que resulten de las trincheras y túneles del canal.
Considerando que este hecho dará lugar a desgarres, roturas y aterramientos de gran número de árboles, siendo esto causa que facilitará la sustracción de estas leñas por el personal obrero encargado de la apertura del citado canal, quedándose sin ellas los vecinos de Campo sus legítimos dueños"

Y después de otros "considerandos", el Ayundante continúa:

"También hizo saber la expresa comisión, en la que figuraba el Señor Alcalde de dicho pueblo, que desearían se procediera al estudio de un camino de herradura que habría de ser trazado por el monte nº 57 de los de utilidad pública denominado la Garona, de propiedad del pueblo de Campo, que partiendo de la carretera de Graus a Benasque su terminación fuera en los rasos de Cerbín.
Considerando que el camino que se solicita, por su situación estratégica, pues atravesando todo el monte subiría hasta la parte más elevada del mismo, pudiendo construirse a media ladera y con una pendiente suave sería una vía de saca muy apreciable, que indudablemente haría subir el valor de los productos de aquél monte. Siendo además causa ésto de una económica y razonable explotación del monte.
Considerando que la construcción del camino que nos ocupa sería por todos conceptos de una utilidad indiscutible al monte, no solamente como vía de acceso, sino que utilizando ésta, se aprovecharían todos los despojos que las cortas de madera originan y que actualmente se pierden en el monte por ser materialmente imposible su extracción. También el aprovechamiento de las leñas de haya, que actualmente se concede en este monte a los vecinos de Campo, daría el resultado que se persigue con estas cortas, cual es el de castigar esta especie y favorecer la de pino en calidad y extensión, si se dispusiera de una vía de saca como la que proponemos, pues se cortarían las hayas gruesas y menudas para su consumo en los hogares domésticos extrayéndose en su totalidad, dada la facilidad que reporta siempre un camino de estas condiciones. En la actualidad se corta y aprovecha una escasa parte de la leña gruesa solamente”.



No creemos de interés extendernos más con este informe, lo importante es saber que el dictámen del Ingeniero Jefe no se hizo esperar, pues se emitió el 7 de Julio del mismo año y daba la razón al pueblo de Campo en cuanto a los aprovechamientosn del monte Avellana, pero por lo que se refiere al camino, decía que:
"En cuanto a la construcción del camino aunque sea palpable su necesidad, no tiene medios económicos esta Jefatura para atender los gastos que aquél había de ocasionar".

Y punto final...


(Fotos gentileza de Eugenio Campo)

viernes, 25 de septiembre de 2009

Bellotas



Provisiones para

TODOS...





En su libro "Estampas y relatos de la vida de Campo", Antonio Castel nos cuenta cómo se efectuaba la recogida de las bellotas en Campo. Queremos señalar que cuando menciona las "encinas de Avellaneda" se refiere a las bellotas de las encinas del monte Avellana.

"La recogida de ambos frutos se realizaba en otoño, a primeros de octubre comunicaban en el pueblo, mediante pregón, que se podía ira buscar bellotas al "Caixigá".
Al día siguiente, pronto por la mañana, se formaba un cordón de gente del pueblo, había casas que iban todos preparados con cestos y sacos. Cruzaban la palanca, entonces de tablas de madera y unos por el camino del río, por "mal pas" (por ser muy estrecho y estar junto al agua del río), se dirigían hacia la zona denominada "las Pradinas", otros subían por el tozal de "las Parcións" y entraban por esta zona al "Caixigá".
El trabajo consistía en ir recogiendo bellota a bellota del suelo con la mano e irlas depositando en una cesta, que cuando se llenaba se procedía a vaciar en un saco, así todo el día. El trabajo no era duro, pero sí resultaba pesado. A la hora de comer cesaba la recogida, entonces con lo que se había traído de casa se procedía a la comida, en corros, para después de realizada ésta, volver a empezar la recogida.

Normalmente se llevaba ya algún burro, pero si no, se dejaban los sacos amontonados y durante los días siguientes se bajaban al pueblo con algún animal de carga.
La bellota era un buen complemento para la alimentación del cerdo. Unos meses antes de la matanza, se procedía con esta alimentación a su engorde, que tenía lugar en el mes de diciembre o primeros de enero.

El ambiente en el monte entre los cajigos resultaba agradable, puesto que se oía hablar a los vecinos de tarea, silbar y hasta en ocasiones cantar.

No faltaban la distracción de alguna ardilla que asustada por el murmullo saltaba de rama en rama y de árbol en árbol.
Un vez que más o menos se habían agotado las bellotas, se podía pastorear el ganado, que rebuscaba y acababa con alguna que se había quedado oculta entre zarzas o bajo alguna hierba.
El trabajo en el monte de "Avellana" era más pesado, primero porque había que ir andando hasta allí que hay buen trayecto desde el pueblo y, en segundo lugar, por lo escarpado y pendiente que era el monte. Las encinas de este monte eran dulces y mejor que las bellotas por lo que resultaba un buen complemento para la alimentación del engorde el cerdo.
También aquí había que dejar los sacos en el monte y un día a la semana subir a buscarlos con el burro.
Había que salir casi de noche para estar en el monte a primeras horas del día y salir de regreso a últimas horas del día, por lo que siempre se llegaba a casa por la noche.