jueves, 31 de diciembre de 2020

Para felicitar el Nuevo Año




 Las “llulletas”


Cuando el Papá Noel todavía no pasaba por Campo, y los Reyes Magos llegaban con una carga de regalos muy muy ligera, porque entonces no eran tiempos de grandes abundancias, había un día durante las fiestas navideñas en las que casi todos los niños del pueblo recibían algún obsequio: era el día de Año Nuevo. 

Efectivamente, ese día, antes de la misa se iba a casa de los padrinos de bautismo para felicitarles el nuevo año, y la madrina, para agradecer la visita, le regalaba a su ahijado o ahijada unas llulletas. Normalmente, éstas consistían en frutas, como castañas, naranjas, manzanas o mandarinas y, eventualmente, algunos dulces, como chocolate, turrón, peladillas o unos caramelos. Había algunos niños que recibían también alguna zarpadeta de orejones o higos secos de casa. Ni que decir tiene que los niños se lo comían todo el mismo día. Dependiendo de las casas y de las posibilidades de cada madrina, éstas ofrecían a sus ahijados los obsequios, más o menos abundantes y mejor o peor presentados. Había algunas que se limitaban a poner las llulletas en los bolsillos de los pantalones o en los del abrigo de las criaturas, pero no faltaban otras que las presentaban en un canastico o una cestica primorosamente preparados para la ocasión, con su pañito de ganchillo o bordado. Es curioso pensar que, al fin y al cabo, los niños de Campo disfrutábamos con lo mismo que lo hacían los del Norte de Europa: con naranjas y dulces. A los holandeses, belgas y alemanes, era San Nicolás quien les repartía (y reparte) las frutas y las golosinas, mientras que en Campo era la madrina quien las regalaba. Ambas fiestas eran muy diferentes, pero lo que ilusionaba a los niños era lo mismo... Y como los buenos momentos hay que procurar repetirlos, aquí queda el dicho:

 “Llulletas de cabo de año... ¡de hoy en un año!”



1 comentario:

  1. Aunque vivíamos muy lejos de Campo, mi abuela me hacía este tipo de regalos...

    Catalina

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