viernes, 27 de febrero de 2015

La tela y el cuento

Basi y sus sobrinos Pili y Sebastián

El molinero, su hijo y el asno



Cuando éramos pequeños, en casa de mis padres, en Campo, había una colcha de cama pequeña que nos gustaba mucho a mis hermanos y a mi. Era de un tejido ligero y llevaba un gran volante alrededor. Tenía a juego un cuadrante, también rematado con su volante. Pero lo que a nosotros nos encantaba, era el estampado de la tela, que pienso yo, debía estar presente en muchas otras casas del pueblo, porque no es que hubiera allí muchos proveedores de telas,  ni un surtido muy amplio donde elegir.
¿Cómo era el estampado? pues parecía un libro de ilustraciones antiguas, con dibujos en negro sobre un fondo blanco roto, y esas imágenes contaban muy realísticamente y con mucha riqueza de detalles la historia de un hombre, su hijo y un asno, una fábula de Esopo. El tejido, dibujo a dibujo, iba explicando la historia que nosotros leíamos como si fuera un cómic. Decía,  más o menos, así:
"Había una vez un molinero al que le iban muy mal las cosas, así es que para salir adelante, aunque fuera solo por un tiempo, decidió vender el asno que tenía. Un día, le dijo a su mujer que les prepara algo de comida a él y a su hijo,  porque se iban a la feria de un pueblo vecino. Dicho y hecho, se pusieron en camino.
A pesar de las circunstancias, iban contentos el padre y el hijo, caminando al lado de su asno. Pero al cabo de un rato encontraron a unos campesinos y oyeron como se burlaban de ellos.
- ¡Si serán tontos! -decían aquellos hombres- van el padre y el crío sudando y el burro tan fresco ¿es que no sabrán que los burros son animales de carga?
- Tienen razón -dijo el molinero después de escucharlos-, súbete tú, hijo mío, que no tienes por qué cansarte. Y el niño se montó. Pero, pasado un rato se encontraron con unas mujeres que iban a la fuente. Cuando los vieron,  se les desató la lengua:
- ¡Habráse visto que desvergüenza! el joven montado y su pobre padre arrastrándose al lado -decía una de ellas, mientras la otra replicaba:
- La culpa la tiene el padre, por consentirlo, ¡que manera de educar a los hijos!
El molinero se quedó pensativo y después de reflexionar, le dijo a su hijo:
- ¿Sabes? creo que tienen razón. Tú y yo sabemos que no me importa caminar, pero quizás choca a la gente vernos así, pareces poco considerado... podríamos montar los dos y así todos contentos.
¡Pobre ilusión! ¿todos contentos? no tardaron en ver lo equivocados que estaban, porque a medida que se aproximaban a la feria e iban encontrando más gente por el camino, no dejaron de escuchar cosas como:
- ¡Pobre animal! ¡Cómo no se dan cuenta que lo van a chafar! ¡son más burros los que van montados que el pobre asno! 
Y el padre volvió a quedarse pensativo y después de haberse concentrado en sus pensamientos, le dijo al niño:
- ¿Sabes, hijo mío? Ya no sé cómo poder ir tranquilos, hemos probado de todas las formas posibles y siempre encuentran algo que criticar, sólo nos queda una posibilidad, que es cargar con el burro.  
Y así lo hicieron. Encontraron un palo grueso y allí ataron las patas delanteras del pobre animal y después las traseras, y ellos se pusieron el palo sobre sus hombros y con mucho esfuerzo lo iban llevando. Para el molinero y su hijo era muy pesado, pero para el asno tampoco era una maravilla ir con las patas para arriba y la cabeza casi arrastrándose por el suelo, así es que hacía todo lo posible por soltarse. Mientras tanto, se había reunido en torno suyo gran cantidad de gente, que nunca habían visto algo parecido. Unos iban riéndose, otros les decían improperios y tanto gritaban que aún ponían más nervioso al burro que al final, con un golpe de fuerza, pudo desasirse del palo. Como eso ocurrió justo cuando estaban pasando por un puente, y el animal andaba despavorido, tuvo la mala suerte de caerse al río, y mientras lo arrastraba la corriente, el molinero y su hijo quedaban en medio de aquél gentío, sin asno y tachados de locos. Y es que locura es, dicen los sabios, pensar que se puede hacer una cosa al gusto de todos".
Y yo me pregunto, una generación que crece escuchando cuentos o fábulas de este estilo, ¿puede ser igual que la que desde su tierna infancia se entretiene, por ejemplo, mirando la Guerra de las Galaxias o el Hombre Araña?  
Y, otra pregunta ¿tenéis en vuestras casa alguna prenda con la tela de imágenes de cuentos?


  

1 comentario:

  1. Hola soy nieto de Ursi e hijo de Daniel. Me llamo alejandro y una vez fui a campo y me encantó. Estamos en Montoro con Sebastián y Maria José. Un abrazo.

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