lunes, 26 de noviembre de 2018

Una clase muy pequeña


pero una gran maestra
La clase al completo
Cuando yo tenía 8 años (es decir, hace muchos... en 1955, para ser más exactos) mis hermanos Daniel y Fernando tenían 7 y 5, respectivamente, y Rober nació ese año, en el mes de octubre. Estábamos todos en edad escolar y pre-escolar (menos Rober...) y yo me tenía que preparar para el ingreso de bachillerato, así es que mi padre tuvo la idea de pedirle a una chica que había estudiado Magisterio, pero que no ejercía (¡tenía 18 años!)  si quería venir a Campo a  enseñarnos. Y ella, o sus padres, dijeron que sí.
Rápidamente hicieron en la carpintería cuatro pupitres, dos y dos, y un cuartito de casa pasó a ser "la clase". José Mari, el hijo del secretario, se añadió al grupo.
Ni que decir tiene que aquellos meses los he recordado siempre como tiempo feliz, entre otras cosas, gracias a Pili, nuestra flamante "maestra" que nos daba todo el cariño del mundo y nos hacía pasar muy buenos ratos.
Después de habernos perdido la pista, sin saber nada la una de la otra, hace un mes tuvimos la oportunidad de reencontrarnos. ¡Hacía 63 años que no nos veíamos! a pesar de lo cual, nos reconocimos enseguida.
Fue muy emotivo, además de descubrir cómo era esa persona de la que solo guardaba algunos recuerdos, el  poder hablar con ella sobre mis padres, mi abuelo, mis hermanos... Pero lo que también me impactó mucho fue el recuerdo que tenía de nuestro pueblo y cómo se acordaba de tantas personas. Por otro lado, a ella también la tenían muy presente quienes vivían por aquél entonces en Campo y es que, en los pueblos pequeños, la memoria es compartida (de una cosa te acuerdas tú, de otra me acuerdo yo), y es así es como nombres, personas y cosas perduran en el tiempo, los unos en el pensamiento de los otros.

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