sábado, 17 de mayo de 2025

Novela por entregas-4. SIN TÍTULO

(Para no dar pistas)

 

Capítulo 4º

Dos de las víctimas ya tienen nombre y rostro


A las 10 en punto de la mañana ya me estaban llamando a la puerta, eran Pedro y Marisa con el periódico local. En portada se podía leer: “Hallazgo de cuatro cadáveres en una casa de la Urbanización “La Sierra”, y el articulista explicaba que en aquella casa residía una mujer sola, de 68 años, que había vivido muchos años en el extranjero y que no era muy conocida en la zona. Para ilustrar el tema, se veía una foto del momento en el que la Policía me venía a buscar a casa para llevarme a la comisaría. Menos mal que no pusieron como pie de foto “presunta asesina” o algo parecido, aunque la verdad, parecía que me llevaban detenida y eso no estaba nada bien...

Al entrar en casa Pedro y Marisa, además de personas varias, conocidas y sin conocer, que estaban por allí fuera merodeando y comentado las noticias aparecidas en la prensa, invadieron mi salón como si fuera una caseta de feria. Me leían párrafos enteros de noticias dedicadas a mi persona, como si me tuviera que hacer gracia las tonterías que decían sobre mí. Otros me lanzaban miradas recelosas, como si pensaran que podía atacarles en cualquier momento. En medio de este jaleo, empezó a sonar el teléfono fijo ¡aún no había cargado el móvil! Daniel me llamaba desde Brasil.

- Perdona, hijo mío, no he podido llamarte antes -le dije.

- No te preocupes ¿estás bien? - me dijo él.

- Yo sí, pero se ha organizado un circo por aquí, que no veas.- le expliqué-  ¡Que cosas raras me pasan! ¿ verdad? Hasta que no descubran lo que ha ocurrido, me da la impresión de que me van a agobiar mucho… Tú, tranquilo, no te preocupes de nada. Hoy vendrá Olga y ya te lo explicaremos todo mejor. Ahora te tengo que dejar, porque ha entrado mucha gente en casa y me temo que van a empezar a llevarse cualquier cosa del salón como recuerdo. ¡Horror! -se me escapó esta exclamación- una señora ha venido a decirme que le gustaría mucho visitar el cuarto de la lavadora, que si podía acompañarla… Te quiero mucho, cariño, pero ahora tengo que colgar para frenar a estos locos. Besos para todos, ¡cuelgo ya!

No tardó ni medio minuto en volver a sonar el teléfono. Era el comisario, para decirme que tenía que comunicarme unas novedades y que iba a venir a visitarme.

Como pude desalojé a la gente de casa, Pedro y Marisa incluidos, puse a cargar el teléfono y me senté a desayunar. Al topar mis ojos con el periódico que me habían traído mis vecinos, en el que aparecía mi casa en la portada, me dio un vuelco el corazón y me di cuenta ¡al fin! de lo que me venía encima.

El comisario Sánchez no se hizo esperar y nada más llegar me preguntó, pregunta retórica donde las haya, que cómo estaba.

- ¿Cómo quiere que esté? Muy enfadada, porque yo, una pobre víctima de unos desconocidos, a los que les ha dado por matarse en mi casa, me he convertido en carne de cañón para la prensa de toda la provincia.

- Si se refiere al interés que ha despertado su caso en los medios de comunicación y al público en general -dijo el "poli" satisfecho- puedo asegurarle que no se limita solo a esta provincia, sino a toda España.

- ¡Madre mía! ¡no me diga eso! -exclamé-   ¿Y a Vd. le parece bien? ¿dónde está el derecho a la intimidad, la presunción de inocencia? porque esta es otra, falta un pelín para que me llaman “la asesina de Huesca” y no sé cómo se podrá limpiar mi imagen, cuando todo esto acabe.

- Si Vd. es inocente, no se preocupe que todo se aclarará -sentenció Sánchez.

Me exasperaba este hombre ¿a qué estaba jugando? ¿Cómo se atrevía a decir “si Vd. es inocente”?

- Mire -le dije- me siento completamente desprotegida. Si su misión es precisamente la de cuidar a los miembros de la sociedad y darles seguridad, creo que yo también formo parte de esa sociedad, así es que también tienen la obligación de defender mis derechos y ayudarme, porque yo no tengo la culpa si he sido víctima de unos intrusos, que han convertido mi casa en un osario.

- Sí, lo sé, es un caso complicado… -me interrumpió- bueno, yo quería verla porque ya hemos identificado a la pareja que se encontraba en el cuarto de la lavadora. Se trata de Toni Lemonière y Fàtima G. Blanche, de París. Esto abre un poco más la investigación, dada la nacionalidad de la joven, y no habría que desechar un caso de terrorismo.

- ¿Alguien ha venido a inmolarse en el cuarto de la lavadora de mi casa? -pregunté.

- Inmolarse no, recuerde que es evidente que a ellos alguien les rompió el cráneo de un golpe, pero permítame que no le cuente nada más, pues no puedo divulgar la información que tenemos. Una cosa es importante. Le he traído fotos de estas personas, y tendría que examinarlas bien, para ver si las reconoce, porque quizás han coincidido con Vd. en alguna parte.

El comisario sacó dos carnets de conducir de los jóvenes asesinados y, mientras me los daba no me quitaba los ojos de encima para ver cuál era mi reacción, igual esperaba que dijera algo así como “¡Oh, sí, son ellos!”.

El caso es que a mí no me decían nada aquellas dos caras. Soy una fisonomista muy mala, pero bueno, creo que si conociera a uno u otro hubiera podido recordarlos.

Cuando se cansó de mirarme, mientras yo contemplaba absorta y triste aquellos rostros de dos jóvenes que habían visto sus vidas truncadas (en mi casa) el comisario Sánchez se levantó y, despidiéndose rápidamente, se marchó.

Pasaron unos días muy difíciles de llevar, menos mal que estaba mi hija para poner un poco de orden en todo aquello. Teníamos que tener el teléfono descolgado porque día y noche sonaba. Eran amigos, o familia, vecinos, periodistas o gente en general, unos me ofrecían ayuda, otros me acusaba de todo. Yo dormía mucho, era mi manera de sobrevivir a todo aquél delirio. Pensaban que era por efecto de algún sedante, pero lo cierto es que no tomaba nada en especial, simplemente tenía mucho sueño y me sentía muy cansada.

Al cabo de una semana Olga se fue y justo al día siguiente me vinieron a buscar unos policías para llevarme a la comisaria, pues según me dijeron, tenía que hacer una identificación.

Cuando llegué allí, Sánchez estaba radiante, parecía que habían pasado los Reyes Magos por su despacho. Me dijo “siéntese, por favor, siéntese” señalando una silla y me miró con aire triunfal, disfrutando del momento que me preparaba.

- Así, pues, Vd. dijo que no conocía de nada a los jóvenes asesinados en su casa ¿verdad? -me interrogó.

- Así es -asentí.

- ¿Y qué podría responderme Vd. si le dijera que me ha mentido?

- No he mentido -rebatí.

- Vaya, vaya, muy segura está. Le voy a enseñar una fotografía que quizás le haga cambiar de opinión.

Entonces, abrió una carpeta que tenía sobre su mesa de trabajo y extrajo de ella una foto que me pasó para que examinara… Casi me da el patatús definitivo. Se notaba que era una ampliación de una foto de grupo, pero el caso es que se veía la cara sonriente del joven muerto, que me pasaba la mano, a mi, por detrás del hombro, y la expresión de mi cara no podía ser más sonriente y feliz.


- Es el muerto ¿verdad? -me interrogó Sánchez

- Pues sí que lo parece -dije yo.

- Y está con Vd. y da la impresión de que se lo están pasando bien ¿eh? Porque no se hará fotos así con desconocidos ¿verdad? -continuó diciendo.

- ¿Podría ver la foto completa? -me atreví a preguntar.

- Lo verdaderamente importante lo tiene aquí -contestó Sánchez dando un golpe seco encima de la foto.

- Es que si supiera dónde está hecha -dije yo-, podría deducir de qué conozco al chico.

- Pues no se preocupe, que la va a tener entera y fragmentada, porque creo que ha habido alguna filtración y me han avisado de que ya la tiene la prensa… Una pena, sí, porque no va a ser fácil explicar que hubiera tanta camaradería entre Vd. y uno de los asesinados en su casa, cuando Vd. negaba rotundamente que los conociera… Esto ya no se puede parar, así es que ya sabe lo que le espera, la opinión pública va a ponerse en contra suya

¿Cómo se puede ser tan malo? pensaba yo mirando la cara de felicidad de Sánchez. ¿Qué mal le he hecho yo a este hombre para que busque mi ruina de esta manera?

- Es por eso -continuó el tipejo- que yo le recomendaría que se ausentara de aquí unos días. El caso ha levantado mucha expectación y puede que sufra represalias y molestias.

- Perdone -le contesté- ¿represalias dice Vd.? ¿no iría mejor cualquier otro calificativo? ¿quién puede querer vengarse de algo malo que he hecho, si no lo he hecho? Soy inocente, así es que procuraré aguantar hasta que se les pase.

Al regresar a casa, me quedé paralizada. Se ve que la foto en la que se me veía alegre con el muerto, cuando estaba vivo, se había divulgado ya y la gente hacía sus razonamientos “Si fuera inocente, no tendría necesidad de mentir”, se decían ¿por qué querrá ocultarlo? Me quedé helada al ver y leer la cantidad de pancartas y pintadas que adornaban la pared de mi casa, la puerta del garaje, el muro del jardín, etc. dando cuenta de la imaginación popular: “Esto es una urbanización, no un campo de exterminio”, “Fuera de nuestras casas, lejos de nuestros niños”, “Teresa, bien que colecciones hueveras, ¡pero no muertos!”, en clara alusión a mi famosa colección.

Con todo este ambiente, comprendí que la vida allí en la urbanización iba a ser difícil, y decidí marcharme. Sólo me fastidiaba hacerlo porque eso suponía seguir el consejo que me había dado Sánchez, lo que disparaba mis alertas y me sugería que no debía ser bueno para mi.

Pero no tenía serenidad para pararme a estudiar los pros y los contras, y me hice la maleta para irme unos días a Barcelona, allí teníamos todavía el piso donde habíamos vivido unos años, y que utilizábamos toda la familia como estación de paso o residencia eventual, cuando había que ir a médicos, etc. Creía que pasaría inadvertida.

Nada más lejos de la realidad.

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