lunes, 18 de agosto de 2025

FLASH

 

  SOBRE ALGUNAS ACTIVIDADES QUE HAN TENIDO LUGAR ESTAS FIESTAS


MÚSICA:



       BIRLLAS:





EQUIPO CAMPEÓN: Concha Pons y sus hijas Conchi y Yolanda Peña  y SUBCAMPEONAS: Manola Gasquet, Delfina Larramona y Mercé.

ROMERÍA A SAN BLASCUTO: 


 
CARROZAS: Han participado muchas más de las que aparecen fotografiadas, pero no he conseguido más para enseñaroslas. Al menos, os hacéis una idea...







               Gracias a todos los que nos dejáis lucir vuestras fotos:  Ángel, Juan, Pilar, etc. etc.

miércoles, 13 de agosto de 2025

LA FERIA

 
DE LOS ARTESANOS



El pasado sábado, día 10, aparecieron por casi todas las calles de Campo, en la Plaza, y en Cabo Vila, multitud de puestos de venta al público en los que se ofrecía de todo, desde productos alimenticios y bebidas (quesos, embutidos, pan, cerveza...), hasta artículos de orfebrería, cestos, etc. Personalmente,  me ha llamado mucho la atención todo lo que Rafael Vigara ha presentado, dedicado a las cañas de pescar y sus accesorios, cajas para guardarlas, etc. Preciosas.     
Hay que destacar también la presencia de diversos puestos apoyando una acción social o un proyecto humanitario. 
Y,  como todos los años, allí estaban también las hueveras repetidas de la colección "El mundo de las hueveras" que tanto éxito tiene. 

 


                                      

  

                            




jueves, 7 de agosto de 2025

LAS FIESTAS

A la vuelta de la esquina



 



¡¡¡FELICES FIESTAS!!!

 

lunes, 28 de julio de 2025

LECTURA PARA EL VERANO

 no UNO, si no DOS



Si, van a ser dos los autores encargados de presentarnos en Campo, el domingo 3 de agosto, sus últimos libros.  Se trata de:

ELENA CHAZAL: Nacida en Estadilla, en 1960. Nos hablará de su última obra CUENTOS DE LA LLUNA NUEVA. 

JUAN CARLOS MARCO: Nacido en Fonz, en 1969. que nos dará a conocer su último libro, SOBRE TOT  NO TOMAR MAL.

 NO OS LO PERDÁIS, vale la pena conocer a dos figuras indiscutibles del panorama literario aragonés y acercarnos a su mundo, a través de ellos mismos.

Recordad:

Domingo, 3 de agosto,

 a las 7.30 de la tarde

Salón Social de Campo


martes, 22 de julio de 2025

Fuego en el Cotiella

 

Alguien nos ha hecho llegar las fotografías que os mostramos a continuación, pero desconocemos el nombre del autor/a. Esperamos que no le importe que las publiquemos. ¡Gracias!

La noticia, recogida en la prensa local de Huesca, hace referencia al fuego que se ha iniciado esta madrugada del 22 de julio, en el Término de Foradada del Toscar, en las estribaciones del macizo de Cotiella. En el transcurso del día ha sido controlado.

  


domingo, 15 de junio de 2025

Novela por entregas-14. SIN TÍTULO

 (para no dar pistas...).


Capítulo 14. Final

DISOLUCIÓN. RESOLUCIÓN: CONCLUSIÓN


Llegados a ese punto, justo era reconocer que habíamos descubierto muchas cosas, algunas muy importantes, pero seguíamos sin tener los elementos suficientes, que nos permitieran hilvanar el caso en su totalidad de un modo coherente, y encontrar las explicaciones necesarias, para tantas dudas como aún teníamos.

Para la historia de los dos esqueletos, bueno, lo que quedaba de ellos, podíamos demostrar ya que Pedro Mur encontró los cadáveres en la cabaña; que les dio sepultura, o casi habría decir que los empaló, pues los puso entre las piedras de un muro; que pilló una bolsa con joyas que llevaban y que encontró el arma con el que fueron asesinados. También se podría demostrar que el arma encontrada la utilizó Julio Sánchez para darles muerte (había restos de sangre que permitirían la identificación gracias al ADN) y no faltarían testimonios que hablaran de la conducta sospechosa de este sujeto, vinculándolo con el caso. Pero ¿y la continuación de esta historia? ¿Qué es lo que unía esa parte del crimen de la pareja con la muerte de los dos franceses?

A pesar de las diferencias de todo tipo que había entre nosotros, nuestro pequeño grupo de investigadores se había convertido ya en cuatro verdaderos amigos. En la trascendente reunión que celebramos Joaquín, Javier, Pedro y yo misma, en plena sintonía de cordura, decidimos que el caso ya nos desbordaba, que estábamos física y anímicamente exhaustos y que se nos habían agotado las ideas. Reconocimos que hasta allí habíamos llegado, y que era mucho, pero que, a partir de ese momento, necesitábamos dejar el asunto en manos de personas profesionales y expertas. Nosotros no podíamos hacer nada más, y queríamos volver a nuestra vida normal.

Era evidente, que la nueva fase de investigación debía empezarse conociendo con exactitud, cuál fue la relación de Sánchez con Tony Lemonier. Probablemente, el joven pidió por internet alguna información relacionada con la genealogía de los Mur en la Cardelina, y el comisario, al verlo interesado en "su" tema, sospechó que como nieto de Pedro Mur que era, el muchacho lo que pretendía era conocer la historia familiar pensando en la cuestión económica. El cargo de policía, y el  saberlo conocedor de todas las vicisitudes de su familia, habrían sido determinantes para que Sánchez infundiera confianza en el joven, y quedaran para encontrarse, cuando Tony y Fátima visitasen la zona. 

A partir de ahora, en la nueva etapa que se abría, policías eficientes podrían rastrear las llamadas o los mensajes electrónicos que se intercambiaron, los franceses con el comisario. Y, pese a las precauciones que tomó Sánchez para que no los vieran juntos (como hacerles aparcar el coche en la ermita, abandonarlo allí con todo el equipaje...),  seguro que alguna manera se encontraría de demostrar que estuvieron en contacto. 

Los motivos que llevaron a Sánchez a transportar los esqueletos a mi casa, posteriormente, y acabar con la vida de la joven pareja, eran completamente desconocidos para nosotros. O, quizás fueron ellos, Tony y Fátima quienes, buscando el tesoro (también conocían la cláusula testamentaria que hablaba de la higuera) encontraron los esqueletos, y pretendieron llevar el asunto de una forma que a Sánchez  no le convenía. 

Bien pudo suceder, que los jóvenes quisieran avisar a la policía y como él no quería hacerlo, trató de impedírselo... Sobre la marcha, y viendo el cariz que tomaban las cosas, seguramente a Sánchez se le ocurriría deshacerse definitivamente de esa pareja de jóvenes tan entrometidos y, para eso, hacía falta encontrar un lugar discreto, lejos de las miradas de la gente. Mientras conducía, sin saber dónde ir exactamente, se topó con la señal de tráfico que indicaba una salda a la derecha, y el nombre de "Urbanización la Sierra".  Recordó que, siempre que visitaba esos parajes, se extrañaba de que hubiera familias que eligieran vivir tan alejadas de la ciudad, tan aisladas.

Como un autómata, puso el intermitente del coche para girar a la derecha, y se adentró con decisión en la cuadrícula de calles paralelas y verticales, mientras procuraba sostener una conversación amena con los jóvenes, para que no sospecharan nada. Instintivamente se dirigió al final de una de las calles, probablemente por pura inercia, porque era un camino que ya había tomado en otras ocasiones, cuando iba a visitar a un viejo conocido de La Cardelina, Pedro Mur. 

Allí, delante de la entrada del parking de una de las dos últimas casas que se veían cerradas y sin ninguna luz en el interior, paró el coche pensando que era la casa de Pedro, pero se equivocó, porque era mi casa. Ya era demasiado tarde para rectificar la maniobra, así es que les pidió a los pasajeros que esperaran un momento en el coche, mientras iba a abrir la puerta del garaje por dentro, ya que no encontraba la llave que llevaba en el coche (les dijo).

Julio Sánchez se dirigió a la puerta principal y allí, con su habilidad y los instrumentos adecuados que siempre llevaba encima, consiguió abrir la puerta, entrar y abrir la del garaje desde el interior. A continuación metió el coche, con los pasajeros dentro, y cerró la puerta. Para entonces, Tony y Fátima ya habían empezado a inquietarse. Estaban muy desconcertados con el comportamiento del inspector, pero lo que acabó de inquietarlos, fue la orden que les dio Sánchez, una vez dentro de la casa y ya sin consideración alguna, de que sacaran los huesos del maletero y los dejaran allí en el suelo. Fue al ver el trato que se daba a aquellos restos humanos, ridículamente envueltos en una toalla de baño tirada sobre el cemento, cuando sin mediar palabra, solamente con las miradas, los dos jóvenes decidieron buscar una escapatoria.

Al salir del garaje, hacia el interior de la vivienda, vieron a través de una puerta semiabierta un cuarto con una lavadora, una secadora, etc. y sin pensarlo dos veces, se precipitaron al interior con la intención de cerrar la puerta y poder pedir auxilio. Pero no tuvieron tiempo, Julio Sánchez irrumpió en la estancia provisto de una plancha antigua de hierro, que había encontrado en el garaje, y acabó con ellos.

El asesino cerró la puerta del cuarto de la lavadora, abrió la del parking, sacó el coche de allí dentro y volvió a cerrar la puerta del parking. A pocos metros de allí se cruzó con un vehículo, el mío, que se dirigía a aquella casa, la mía.

Por cierto... esa es una pregunta que jamás me hicieron en los interrogatorios: si aquella noche, al regresar a casa, había visto u oído algún coche circulando por la urbanización... 


EPÍLOGO


¡Que fácil es cometer errores! Afortunadamente. Y ahora veréis por qué lo digo.

Julio Sánchez era calculador, listo, frío… pero no tanto. Cuando se deshizo de los dos jóvenes en el cuarto de lavar de mi casa, evidentemente pensó en coger sus teléfonos móviles, pues en ellos estaban registrados algunos mensajes que le podían involucrar. Incluso habría fotos, pues había visto como Tony Lemonier tomaba instantáneas de la cabaña. También vio como Fátima les hacía fotos a los dos, desde lejos, pero, tan lejos, que el comisario no advirtió que Fátima no hizo las fotos con su móvil, sino con una pequeña cámara digital.

Pasaron un par de meses, ya era octubre, cuando vinieron a pasar unos días conmigo mi hija con su familia. Como hay que hacer muchas cosas para entretener a una criatura de siete años, un día extendimos en el garaje una mesa de ping-pong que guardaba desde hacía años, en la que habían jugado mis hijos cuando eran pequeños. Nos pusimos a pelotear un rato y las pelotas volaban en todos los sentidos, para arriba, para abajo y de un lado a otro, y cuanto más tontamente jugábamos más nos reíamos. En un momento determinado, una pelota se metió debajo de una estantería de metal que había allí, y no la podíamos recuperar. Entonces, mi nieto, de ideas rápidas, vio un palo largo de una escoba, lo pilló y se puso a hurgar debajo de la estantería a ver si salía de una vez la pelota. Después de dos o tres intentonas, ¡SORPRESA! la pelota salió junto a una bolsa de plástico vacía, algún folleto turístico y un pequeño estuche. Cuando lo examinamos, vimos que era una cámara digital NIKON Cool, muy pequeña de tamaño.

- ¿Qué es eso? -pregunté- si parece una máquina de fotografiar.

- Mira que ordenada es la yaya -se reían todos, tomándome el pelo.

Entonces, se me ocurrió mirar las fotos que había en la máquina, para saber de quién era el aparato y ¡oh, cielos! ¿qué veo? Allí estaban Tony Lemonier con Julio Sánchez examinando la cabaña, mirando las higueras, intentando mover las grandes piedras de la pared de contención, descubriendo una cavidad vacía tras una de las losas, etc. etc. un reportaje completo.

¿Qué había pasado? Probablemente, cuando Tony y Fátima llegaron al garaje de mi casa en el coche de Sánchez, con la macabra carga, al bajar del coche se le cayó a ella la cámara, y resbaló debajo de la estantería. Con los nervios del momento, la joven ni vio ni oyó que se le cayera nada y mucho menos que desapareciera allí debajo. O fueron ellos mismos, Tony o Fátima, los que tuvieron la intuición de salvar aquellas pruebas y, disimuladamente, le dieron una patada a la bolsa para meterla debajo de aquella gran estantería. Parecía increíble que después de tanto haber examinado el garaje, la policía no hubiera descubierto esos objetos. Pero, allí estaban. Quizás influyó, que la estantería metálica estaba en el lado opuesto al que se encontraron los esqueletos, y eso hizo que descuidaran la búsqueda por allí. 

El resto de la historia no hace falta contarla, se puede imaginar. Y la alegría de mis compañeros detectives, indescriptible. Ahora nos reunimos a veces para recordar nuestra aventura y nos hemos prometido que, cada año, el mismo día que hicimos el gran hallazgo, nos juntaremos para comer o cenar.

Por cierto, que ahora ya puedo poner título a esta narración, porque ya no os descubrirá nada que no sepáis. ¿Cuál os gusta más? Tomaros vuestro tiempo y

pensadlo, no tengo prisa. Podría ser:

1. La Nikon Kool

2. Error fatal (el de Sánchez)

3. Casi todo tiene una explicación.

viernes, 13 de junio de 2025

Novela por entregas- 13. SIN TÍTULO

(Para no dar pistas...). 


 Capítulo 13

EL ARMA DEL CRIMEN 


Para no hacer esto más largo que El Quijote, intentaremos resumir un poco, aunque haya que omitir algunos pasos de la investigación.

Después de que un primo de Raúl confirmara la versión de Anita y asegurara que a la familia Palacios, como a ellos mismos, les habían llegado voces, ya desde el primer momento en que ocurrieron los hechos, de que había sido el tal Julio Sánchez quien había salido al encuentro de la pareja, les había robado y, sin lugar a dudas, había acabado con ellos, ya solo nos quedaba un cabo suelto que había que atar cuanto antes. Se trataba de contactar con la novia que tuvo Julito en La Cardelina, que seguramente nos podría aportar datos importantes. Y eso es lo que hicimos.

Lola, la que fue novia de Julio, era hija de Pilar (hermana de Pedro Mur) y Francisco. Se había quedado viuda hacía unos años y vivía con una de sus hijas en La Cardelina. Era una mujer amable que no parecía muy habladora y, a las preguntas que le hacíamos solía contestarnos con una sonrisa o frases como “ya se puede Vd. imaginar”, “Quien lo podía saber” o “Dios mío ¡qué tiempos!”,

Con estas respuestas y pocas más, nos hicimos una idea  de lo que fue su relación con Julio Sánchez, de las humillaciones que ella y su familia tuvieron que aguantar y las faltas de respeto y compasión que tuvieron que sufrir. Una y mil veces aquél don nadie les reprochó la actitud de su tío Pedro, el que vivía en Francia, quien, según él, había matado a una pareja joven que había encontrado en la cabaña que tenían en el campo, y les había robado todo lo que llevaban encima. No se cansaba de repetirles que si la Guardia Civil los dejaba tranquilos era gracias a él, que tenía amigos muy bien “colocados” y hacían la vista gorda sobre muchas cosas. 

A medida que hablábamos Lola se volvió más comunicativa, y nos contó que no fue feliz durante aquellos años de noviazgo con Julito, más bien le tenía miedo, pero cuando las cosas llegaron ya demasiado lejos, sacó fuerzas de donde no las tenía y cortó con él. Y no pacíficamente, porque ella, que nunca le había contradicho en nada, le dijo que si volvía a verlo por su casa lo mataría, eso juró por Dios, aunque mal está invocarlo para esto, nos dijo. Y es que después de no haber recibido mas que atenciones de parte de toda su familia, porque les daba lástima verlo solo, y de haberlo alimentado y hasta vestido como a un hijo, cuando ya empezaron a hablar de casarse, les soltó un día a sus padres que, antes de hacerlo, quería que el tío Pedro le nombrara heredero de todo a él, porque, según decía, era lo más seguro que se podía hacer, ya que Pedro era un fugitivo sin derecho a nada, que mejor haría en no volver nunca por España, si no quería poner en peligro su vida. Además, puntualizaba, los bienes que estuvieran a nombre de la familia directa, bien podían ser requisados.

Mucho nos aportó Lola con todo lo que nos contó, y,  al cabo de un buen rato de charla, Joaquín y yo salimos de su casa con la convicción, clara y cristalina, de que a Julio Sánchez se le vio demasiado el plumero en esta relación, primero culpando a Pedro Mur de las muertes de aquella pareja y, después, intentando quedarse como amo de todas sus propiedades. Y es que, su ambición era tan grande que no se conformaba con la parte que le tocara a su futura mujer, necesitaba hacerse dueño de todo.

En fin, la historia que íbamos descubriendo, cada vez iba cobrando más sentido, pero teníamos un gran problema: aunque la teoría la bordábamos, en la práctica no teníamos nada, estábamos en una nube, sin pruebas, sin testigos, solo manejábamos suposiciones. Teníamos que pasar al ataque.

Al día siguiente, con la autorización de Pilar, nos fuimos los cuatro justicieros (nunca se cómo denominarnos) a visitar la cabaña famosa.

Era una construcción muy curiosa. Aprovechaba un desnivel del terreno para aparecer completamente camuflada, pues en su parte superior, digamos donde tendría que estar el tejado, había abundante vegetación de matas y matorrales. Vista de frente, en el lado derecho, tenía una puerta rectangular no muy grande, y en medio de la fachada había una abertura circular pequeña, que hacía de ventanuco. Toda la construcción estaba metida dentro del terraplén y por los lados de la citada fachada había una pared bien construida, de las que se hacen para separar las propiedades, pero con un sillarejo propio de obras más importantes. Su función primordial era la de servir de contención. De todos modos, la pared no tendría más de cinco metros de largo.

Al entrar en aquel recinto, estábamos un poco sobrecogidos. La cabaña era de planta cuadrada, más o menos, y allí se distinguía un lugar donde hacer el fuego y una especie de banco ancho de piedra, que además de para sentarse debía servir de lecho. Después de examinarla minuciosamente con la mirada, y tocando con la mano alguna piedra que nos parecía que se iba a mover (para ver si estaba allí debajo el tesoro oculto), nos sentamos en aquellos pétreos asientos para reflexionar in situ, ¡no se nos podía escapar nada! Y la penumbra que reinaba en el lugar, solo rota por la luz del ventanuco y la que permitía entrar la puerta abierta, invitaban a la reflexión.

Al cabo de un rato de estar allí en silencio, Javier habló:

- Yo creo que tendríamos que intentar recrear la escena del crimen, ponernos en el lugar de aquellos jóvenes y del asesino que los trajo hasta aquí, quizás entre tanta fantasía surja la verdad.

- Buena idea, Javier -dije yo- y si queréis, empiezo ya con una hipótesis. Veamos, aquellos jóvenes vinieron hasta aquí con el que les traicionó, porque si no los traía él, no es un lugar fácil de encontrar, y menos si está obscuro. Entrarían aquí dentro, y se acomodarían en el banco para tumbarse y pasar la noche. Quizás aquí mismo donde estoy sentada, que parece más ancho… Se quedaron tranquilos, dentro de lo que cabe, dejaron sus bultos, quizás comieron algo… El asesino no se fue lejos, no iba a irse y volver. Cuando lo estimó conveniente, entró y los mató, sin mediar palabra. Buscó entre sus cosas, en medio de la obscuridad, lo que él quería, dinero y joyas y, cuando tuvo lo que pretendía, sin entretenerse mucho, porque era un cobarde, salió corriendo. No se tomó la molestia de esconder los cadáveres, porque aquellos días podía haberlos matado cualquiera ¡que importaba que los encontraran aquí dentro o en otro lugar!

- Sí, eso parece razonable -continuó Javier- aunque, pasado un tiempo, el ladrón y asesino quizás se enterase de que aquél botín que él había robado no era todo lo que los jóvenes llevaban, y volvió al lugar de los hechos a ver si los cuerpos todavía seguían allí, al fin y al cabo no había oído ningún comentario sobre ese asunto, parecía que nadie se había enterado. Pero, los cuerpos no estaban ¿quién los habría cogido?

- Los cogió y los escondió la misma persona que encontró el resto del botín -intervino Pedro- A esa persona sí que le interesaba deshacerse de los cadáveres, porque podían vincularlo con ellos, y como no quería tener nada que ver con el asunto, se vio en la necesidad de hacerlos desaparecer de aquél escenario… Pero ¿quién los encontró? ¿Quién….?

- Eso está claro, -interrumpió Javier- ¡Fue Pedro Mur! El vino aquí, por algún trabajo de la finca y se encontró el espectáculo. Miró los cuerpos para ver si los reconocía y, ¿qué ve? Una de las bolsas con joyas que el ladrón no encontró, presa de sus nervios y por la obscuridad que reinaba. Así es que Pedro agarra el botín y se dispone a marchar, cuando se da cuenta que tiene que enterrar los cadáveres, para que no puedan relacionarlo con el crimen. A los pocos días, no aguanta la presión, le entra el pánico, y se escapa a Francia, con las joyas, claro.

-Hasta aquí, todo tiene sentido, parece razonable -musitó Joaquín a media voz- pero, antes de seguir adelante y, ya que estamos aquí, tendríamos que concentrarnos en descubrir dónde enterró a los jóvenes. Necesitamos pruebas.

- ¿Cómo vamos a saber dónde estaban si los han encontrado en el garaje de Teresa? -gritó un poco desesperado Javier.

- Un hueco habrán dejado. Vamos a inspeccionar. Pongamos 15 minutos de máxima atención, cada uno por separado. La cabaña no es muy grande.

- Y ¿por qué tenían que estar aquí dentro? -se me ocurrió preguntar- igual los dejó fuera...

- Buena idea -afirmó Joaquín- aunque nos complica bastante la búsqueda. De todos modos, ¡venga! ¡Adelante! Empecemos por dentro y después continuaremos fuera. Algo encontraremos.

- Yo no creo que haga falta mirar por toda la finca  -me animé a decir- creo que Pedro Mur, en su testamento, delimitaba bien el área donde los dejó “entre las higueras y la cabana”.

Salimos los cuatro precipitadamente al exterior y nos lanzamos a buscar higueras, lo que fue tarea fácil y rápida, pues solo había dos: una a cada lado de la cabaña, como a tres o cuatro metros de distancia, pegadas las dos a la pared de piedras que separaba y contenía la finca vecina.

Después de haber mirado por dentro de la cabaña y tocoteando en el exterior toda la tierra que separaba las higueras de la construcción, se oyó un grito de Pedro:

- ¡Aquí! ¡Estaban aquí! Seguro que sí ¡estaban aquí!

Vimos estupefactos que una especie de plancha de piedra o yesca gigante, estaba apoyada en la pared de piedras. Puesta verticalmente y bien encajada, daba la sensación de ser una piedra enorme y pesadísima, pero una vez que se retiraba de su lugar era solamente una gran lámina de poco espesor. El hueco que quedaba en el interior de la pared, desde luego, permitía introducir dos cuerpos. Al estar prácticamente entre la higuera y el muro, no llamaba la atención ni despertaba ninguna sospecha.

Pedro estaba eufórico y pasaba la mano repetidamente de un lado a otro por aquella oquedad buscando no se sabe qué, cuando de repente volvió a lanzar otro grito:

- ¡Tengo algo! ¡Tengo algo!

Nos lanzamos todos alrededor de su mano, a ver qué era lo que había descubierto, y nos emocionó constatar que era una medalla de la Virgen del Pilar, probablemente aquella que la madre de María Jesús les dio para que les protegiera, y que cosió en los dobladillos de la falda, antes de que se marchara de casa.

Llegados a este punto, y como ya anochecía, decidimos irnos todos juntos un momento a mi casa. Teníamos que poner orden a los acontecimientos y trazar el plan de ataque final. Nada más aparcar el coche de Pedro, en el que viajábamos los cuatro, delante de casa, salió de la suya Marisa, la mujer de Pedro, con una señora que me parecía conocida. Venían hacia nosotros. Mientras repasaba mentalmente donde había visto yo aquella cara, oíamos decir a Javier:

- ¡Ostras! ¡Es la hija de Pilar!

Efectivamente, era ella. Después de las frases convencionales en estos casos, pasamos al salón de casa y nos quedamos con el corazón encogido, esperando lo que nos tenía que decir nuestra visitante.

- Deben estar extrañados de verme aquí ¿verdad? El caso es que cuando estuvieron ayer a ver a mi madre, después de que Vdes. se marcharan, me dijo que quizás les ayudaría en su investigación ver una cosa que le dio su hermano Pedro, antes de irse a Francia. Le contó que era algo que había encontrado en la cabaña, junto con otras cosas que no podía decirle, y le pedía que guardara aquello muy escondido, para que nadie pudiera encontrarlo, porque era una prueba tan importante, que a lo mejor dependía de ella un día su vida. -Entonces, la mujer empezó la maniobra de coger su bolso, abrirlo y buscar dentro, mientras todos estábamos con el alma en vilo.

-La verdad es que -continuó en el mismo tono- mamá guardó bien el secreto porque a pesar de que pasaron temporadas un poco peleados con su hermano, nunca mencionó nada de esto a nadie, ni a mi padre. Anoche lo busqué en la cuadra, donde ella me explicó que lo guardaba, y ¡aquí tienen lo que Pedro encontró en la cabaña! No he querido tocarlo, no fuera a “destruir alguna prueba” añadió casi en broma, vista la expectación que despertaban sus palabras.

Dentro de una bolsa de plástico, había unos pedazos de papel de periódico envolviendo una gran navaja manchada. El periódico era de junio del 38. Aquello era un sueño, bueno, más de lo que podíamos haber soñado. Nos pusimos de pie y casi todos llorábamos, hasta la hija de Lola se emocionó. Aquél cuchillo de cazador tenía toda la apariencia de ser el arma del crimen, y se podía demostrar.

Sin importarnos que estuviera ella allí delante, lanzamos al aire nuevas hipótesis.

- Seguramente -dijo Joaquín- cuando el asesino se puso a buscar el botín sobre los cuerpos de sus víctimas y entre sus bultos, perdió el cuchillo, y en aquél momento no se dio cuenta. Más tarde, reflexionó sobre ello y comprendió la gravedad de la situación. Volvió varias veces al lugar del crimen, pero no supo encontrar ni los cadáveres ni el arma homicida, por eso necesitaba estar cerca del lugar de los hechos, para controlar todo lo que pasaba: nadie más que él debía saber lo que pasó, en eso le iba la vida.